Se llama separatismo

Antonio Burgos, ABC, 10/10/12

Malos tiempos corren cuando la fiesta nacional de la cobardía convierte en acto heroico la proclamación de la obviedad

NO solamente los toros son la Fiesta Nacional. Hay muchas otras fiestas nacionales para las que podemos pedir la protección de la Unesco. Aparte de que la verdadera fiesta nacional es el fútbol, vamos a dejarnos de cuentos. En tiempos se habló mucho de la fiesta nacional de la envidia. Se decía que España era el país de los toros, del flamenco… y de la envidia. El catecismo Ripalda la describía con belleza poemática: «¿Qué cosa es envidia? Tristeza del bien ajeno». El bien ajeno nos entristecía muchísimo. Un amigo mío ponía un ejemplo de la fiesta nacional de la envidia: «En Estados Unidos tú te hartas de trabajar toda tu vida, te haces millonario, te compras un Rolls Royce, te subes, y cuando la gente te ve por la calle, te toca las palmas. En España tú te eslomas trabajando y tienes éxito en tu empresa, te compras un Rolls Royce y la gente, cuando te ve por la calle, lo que dice es: “Mira éste, ¿dónde lo habrá robado?”. Y no conformes con eso, siempre hay un mamón que se saca las llaves del bolsillo, coge una y te raya toda la carrocería del Rolls cuando pasas».

Los españoles hemos cambiado de principal pecado capital. Ya no es la envidia. Ahora el gran pecado capital nacional es la cobardía. Nunca tantos callaron tanto durante tanto tiempo y tragaron tanto sin rechistar ante la dictadura de lo políticamente correcto. Parece que nuestras madres no se separan de nuestro lado con el sabio consejo que me daba la mía: —Hijo mío, tú no te signifiques. Significa esto que los tenemos de corbata (buena, de Gucci) ante los dictados del progresismo, de la modernidad y, ahora, del separatismo. Sí, he dicho separatismo, ¿passssa algo? Si perdimos la batalla del lenguaje contra la ETA, y a las cuadrillas de asesinos hasta en el telediario de TVE las siguen llamando «comandos», me parece que la derrota lingüística tiene una segunda edición con los intentos secesionistas de Cataluña. Dándonos por cautivos y derrotados, otra vez estamos usando el mismo lenguaje de nuestros enemigos, porque éstos son enemigos declarados de la constitucional unidad de la Patria. Antes, a los catalanes que no querían ser españoles se les llamaba «separatistas». ¿Usted ha oído mucho ahora lo de separatismo y separatista? No. Usamos las mismas palabras que ellos: independencia e independentistas. «Independencia» es lo que gritaba el borreguerío emancipador en el campo del Barcelona la otra noche. Es una palabra muy grata a ellos. Lo que les da por la barretina es que les digamos lo que son: separatistas. ¿Soberanistas, dice usted? No, tampoco. «Soberanista» lo dicen ellos. Para mí un soberanista no es un separatista; para mí un soberanista es un borrachucio que va siempre hasta la corcha de brandy Soberano de González Byass.

Aunque nos falta perspectiva, con respecto a Cataluña, por la cobardía nacional, estamos viviendo una etapa análoga a los que fueron llamados «los años de plomo» en la lucha contra los separatistas asesinos de la ETA. Vale, éstos no son asesinos. Si con aquellos poníamos los muertos, con éstos ponemos la pela del rescate. Pero en la fiesta nacional de la cobardía, los separatistas tienen atemorizada a media España y a toda Cataluña, no vaya a ser que… Conforta que el Gobierno, «en tropel» que diría Alfonso Guerra, haya empezado a no pecar de cobardía ante los separatistas catalanes. Malos tiempos corren cuando la fiesta nacional de la cobardía convierte en acto heroico la proclamación de la obviedad. Hablo de esos empresarios catalanes callados como cartujos, que no se atreven a decir lo que piensan, la obviedad que ha proclamado desde ABC Punto Radio el editor José Manuel Lara, un héroe en la cobarde España: «Si no hay casera de unidad nacional, nos vamos de Cataluña».


Antonio Burgos, ABC, 10/10/12