Francesc de Carreras-El País
El partido de los republicanos siempre ha sido leal al independentismo, no ha tenido giros súbitos, como ha sido el caso de CiU
El sostén parlamentario de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y la solidaridad gubernamental de Podemos son fundamentales para que el recién estrenado Gobierno sea duradero y estable. Dejemos de lado a Podemos y centrémonos en ERC. ¿Pedro Sánchez conoce bien a ERC? Tengo grandes dudas. Y, sin embargo, debería conocerla.
En efecto, por lo menos desde hace treinta años la posición de ERC no ha cambiado: básicamente se trata de un partido cuya finalidad principal es la independencia de Cataluña. Que sea republicano y de izquierdas es un mero adorno con muy relativa importancia, lo primordial es conseguir la independencia de Cataluña a pesar de que ello no aparezca en sus históricas siglas.
Durante el franquismo, Esquerra Republicana de Catalunya estuvo inactiva en la lucha contra la dictadura. También en la Transición tuvo escaso papel, pero a partir de los años 90, con la independencia como principal seña de identidad y los fuertes liderazgos de Carod-Rovira y Puigcercós, cogió un empuje importante. Con el Gobierno tripartito de Maragall, en el que participó junto a los ecosocialistas de Joan Saura, y a pesar de sus fracasos, adquirió ERC respetabilidad como partido de Gobierno. Desde entonces ha sido el partido ideológicamente más influyente de Cataluña; sin él no se habría emprendido el procés, en inteligencia estratégica ha superado a todos los demás.
Además, hay que reconocerle una virtud: nunca ha engañado a nadie, siempre ha sido leal al independentismo, no ha tenido giros súbitos, como ha sido el caso de CiU, que pasó del autonomismo al independentismo casi sin avisar. Ahora bien, esta virtud es, precisamente, el mayor peligro para quienes se alían con él: la lealtad a sus ideas está por encima de la lealtad a sus compromisos, no duda nunca en incumplirlos si le interesa para sus finalidades últimas. Como socio, no es de fiar.
Que se lo pregunten a Maragall cuando ERC, tras continuas trampas, votó negativamente el Estatuto de 2006; que se lo pregunten a Zapatero cuando necesitaba sus votos en el Congreso; que se lo pregunten a Mas tras formar Gobierno en 2012 y no poder hacerlo en 2015; que se lo pregunten a Puigdemont cuando Junqueras le dijo en la madrugada del 27 de octubre de 2017 que no apoyaría disolver el Parlamento para evitar el artículo 155 pero que era él, como presidente, quien debía decidirlo. Inmediatamente, Rufián mandó el famoso tuit aludiendo a las 155 monedas de plata y la plaza de San Jaume se llenó de gente increpando como traidor a Puigdemont.
Es probable un nuevo Gobierno tripartito catalán, esta vez con ERC en la presidencia, apoyado por el PSC y los comunes. Que recuerde Pedro Sánchez a quién es siempre leal Esquerra. ¿Se puede confiar en Junqueras?