- Duele pensar cómo podría ir España si tuviese un Gobierno mínimamente normal, con un poco de sentido común, respeto institucional y tino fiscal
España es un país con problemas. Como todos. Sin excepción. Nuestros achaques son conocidos y los comparten muchas otras naciones occidentales, víctimas de una epidemia de hedonismo, relativismo moral y endeudamiento.
Estamos sosteniendo nuestro bienestar a golpe de deuda, en una alocada fuga hacia delante tipo pollo sin cabeza. Todos sabemos que si nos comportásemos así en nuestro seno familiar acabaríamos pronto sumidos en la ruina y el embargo.
Tenemos además un horizonte demográfico más que sombrío, que compromete el buen futuro del país. Para paliarlo recurrimos a enormes remesas de inmigrantes, que se ocupan de puestos de trabajo que nosotros ya no queremos desempeñar. Pero esa inmigración masiva, que se salta nuestras fronteras de un modo descontrolado, tiene un fuerte coste en recursos sociales y crea además evidentes roces de integración. La izquierda hace el avestruz y se niega a reconocerlo, por eso pincha en los barrios y en las pequeñas poblaciones que sufren en primera línea su nueva realidad.
También arrastramos una productividad baja, una ola disparada de bajas laborales y una condena del mérito y el esfuerzo en el ámbito educativo. La industria se encuentra en el chasis, porque se la hemos regalado a China, que ahora nos va a zampar (véase el coche eléctrico). Somos flojos en tecnología digital, que es el presente y lo que realmente mueve el mundo (y no el tomate y el jamón, por necesarios, importantes y entrañables que sean, que lo son).
Pero España sufre a mayores un problema específicamente suyo, casi único en Europa. Padecemos unos separatismos muy vigorosos y tenaces, que se han beneficiado durante décadas de la miopía buenista del Estado y de la lacerante felonía del PSOE. Su crecida ha llegado a tal extremo que a día de hoy controlan al presidente del Gobierno, que en la práctica es un rehén suyo.
Cualquier Gobierno, por competente que fuese, sudaría para afrontar todos los retos que hemos referido. Pero nuestro escarnio añadido es que el propio Ejecutivo de socialistas y comunistas, sostenido por separatistas antiespañoles, se ha convertido en una fuente estelar de problemas.
El Gobierno de Sánchez nos ha traído una fiscalidad confiscatoria. Se han roto también reglas básicas de la democracia, cuya máxima metáfora es hoy ese fiscal general procesado, aferrado a su cargo mientras el Gobierno se dedica a despellejar al Tribunal Supremo en su defensa.
El Gobierno es también culpable del progresivo deshuesamiento del Estado, con Cataluña y el País Vasco camino de convertirse en una suerte de estados asociados en todo menos en el nombre. El Gobierno está sumido en pringosos casos de corrupción, que empiezan en la familia de su propio presidente, incluida su compañera de tálamo. Por último, el Gobierno que soportamos ha deshumanizado España con unos programas de ingeniería social que comprometen la dignidad de las personas más débiles y son un canto al victimismo, la desesperanza y la negación de toda luz de índole espiritual.
Si España va tirando con la tropa de incapaces y desaprensivos que nos gobierna, duele pensar dónde estaría con un Gobierno con un mínimo de sentido común, respeto a las instituciones y los contrapesos constitucionales y amor por la libertad de los españoles.
Sánchez se sujetará a su poltrona con pegamento Loctite hasta 2027. Aunque ha enmudecido en público, ya se lo ha comentado a sus íntimos en estas horas en que su nave hace agua por todos sus costados. Pero España no es Sánchez. Se puede limpiar esa pocilga de corrupción, despilfarro de alto riesgo y erosión de los pilares constitucionales. Aunque sea un pobre consuelo, el deterioro es hoy de tal magnitud que mejorar resultará fácil, porque realmente sería una proeza mayúscula hacerlo peor.
El Frente Popular 2 pasará. España es mucha España, aunque es cierto que décadas de ingeniería social del PSOE han pasado su factura, formateando incluso muchas mentes de supuesto centro-derecha y derecha.