Se ruega contestación

EL MUNDO 07/11/16
CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO

Madrid, 23 de julio de 2015.

Querido Presidente,

Te escribo para informarte de unos hechos que, a mi juicio y creo que al de cualquier persona ecuánime, son democráticamente inaceptables. Si se denunciaran públicamente provocarían un escándalo político. Por eso te los cuento a ti. El viernes 17 me contactaron del programa Las Mañanas de Radio Nacional de España. Querían entrevistarme el lunes para hablar de la situación política y, concretamente, del desafío secesionista en Cataluña. Y acepté encantada.

Sin embargo, el sábado por la noche, casi a las diez, recibí una llamada del director de Radio Nacional, Alfonso Nasarre, a quien apenas conozco pero del que tenía buena opinión. Después de disculparse por la hora intempestiva me preguntó: «¿Sabes que el lunes te va a entrevistar una sustituta del periodista habitual, no?» Le contesté que lo sabía y que no tenía ningún inconveniente. Entonces añadió: «Verás, no me fío de ella. Preferiría que te entrevistara más adelante Alfredo Menéndez». La excusa me pareció tan burda que le respondí: «Alfonso, ¿cómo no te vas a fiar de una periodista a la que has nombrado tú? Es evidente que el problema soy yo; no queréis que hable en RNE». Tuvimos una larga conversación, cordial en el tono pero devastadora en el contenido, en la que Alfonso reconoció que personas del Gobierno no quieren que comparezca en la radio y televisión públicas. Es decir, reconoció que se me censura.

Esto es insólito. A la radio y televisión públicas acuden, por supuesto, los socialistas, los separatistas más radicales, los populistas de Podemos, incluso individuos de Bildu que no han condenado los asesinatos de nuestros compatriotas y compañeros. Pero una diputada del PP, portavoz de un movimiento cívico que defiende la legalidad constitucional, no puede hablar en Radio Nacional. ¿Por qué? ¿Porque Libres e Iguales denunció la falta de contundencia del Estado el 9-N? ¿Porque como diputada del PP he pedido una renovación integral del partido? ¿Porque en nuestra reciente conferencia política insistí en la necesidad de dar la batalla de las ideas frente al populismo?

Presidente, la censura de la que soy objeto es un atropello. Demuestra que la radio pública incumple las exigencias básicas de un medio de calidad –respeto al pluralismo y atención a la actualidad informativa– y está al servicio de intereses particulares. Esos intereses ni siquiera son los del PP, el partido en el que milito y por cuyo éxito trabajo. Son los intereses de personas concretas que quieren silenciarme. Como le dije a Alfonso, esta utilización inmoral y mezquina de los medios del Estado me produce una desolación profunda.

Presidente, la política de comunicación del Gobierno deja mucho que desear. Y no me refiero ahora a la condescendencia del Gobierno ante la propagación del populismo y la puerilidad en buena parte de las televisiones privadas. Me parece todavía más grave que el Gobierno haya renunciado a hacer de RTVE un instrumento –de los más poderosos con que cuenta un Estado– para la defensa y promoción de los valores constitucionales. En este sentido, creo que la censura que te detallo es síntoma de una abdicación global.

Hoy en España se puede atacar la democracia y la legalidad desde los medios públicos, pero desde esos mismos medios no se puede reclamar al Estado que sea más firme en defensa de la democracia y la legalidad. O al menos yo no puedo. A esta perversión hemos llegado.

Comprendo que cualquier gobierno lleve mal las críticas y más cuando provienen del partido que lo sostiene. Pero las mías siempre han evitado el sectarismo, la mala fe y el frívolo afán de incordiar. Todos mis comentarios, reflexiones, artículos y comunicados, personales y en nombre de Libres e Iguales, obedecen a dos motivaciones: la responsabilidad cívica y la inquietud política.

Manuel Valls ha explicado que se hizo francés por adhesión a una comunidad libre. Puedo decir lo mismo de mi decisión de hacerme española. Por eso defiendo la Constitución del 78. Por eso soy exigente con el Estado, con el Gobierno, con mi partido y mis conciudadanos. Y por eso no puedo aceptar que se me silencie por expresar discrepancias que sólo buscan la mejor defensa de España y de la libertad. Yo quiero lo mejor para mi país. Sé que tú quieres lo mismo. Y esta coincidencia es el sentido último de que te haya escrito esta carta.

Con todo afecto,

Cayetana

Pasó un día. Dos. Una semana. Un mes. Nada. Mariano Rajoy nunca contestó. Ni siquiera acusó recibo. No es que yo esperara tres folios. Tampoco un gesto como el que tuvo con mi amigo Jorge Bustos, al que envió el espléndido libro de Michael Ignatieff con una nota manuscrita encabezada por «ese elegante membrete institucional», según reveló el propio agraciado. En un momento de injusta ingenuidad, llegué a pensar mal de sus secretarias. Pero luego sucedió lo del falso Puigdemont. Si le habían pasado la llamada de un liberticida y sedicioso antiespañol sin la más elemental verificación previa, ¿cómo no iban a pasarle la carta, tan respetuosa, compungida y esmerada, de una diputada de su partido? Me resigné a la realidad. El silencio presidencial es como el administrativo. En este caso, una adhesión a la censura. La confesión de su abdicación. En suma, un «Soraya, ocúpate tú».

La tarde–noche del pasado jueves, las centralitas de los periódicos colapsaron ante el aluvión de llamadas monclovitas insistiendo en que la vicepresidenta no ha perdido poder. Es verdad. Rajoy ha premiado su incontestable éxito en la gestión del desafío catalán –véanse el último sopapo de la CUP a la ley y a los Mossos en Berga y el desgarrado apoyo de Puigdemont a sus compañeros mártires– entregándole, ya oficialmente, la cartera de la negociación con el separatismo. El sábado lo celebraba La Vanguardia. Tendremos, en efecto, una legislatura continuista. La única duda es si esa continuidad se extenderá también a la prodigiosa política mediática, que ha hecho de Podemos un caballo de Troya y de RTVE un socavón. Según el Real Decreto 415/2016, de 3 de noviembre, la Secretaría de Estado de Comunicación ha pasado de depender íntegramente de Sáenz de Santamaría a depender orgánicamente de Rajoy y funcionalmente del nuevo portavoz Méndez de Vigo, con el que me solidarizo por adelantado. El CNI no perdona. Otro dato relevante: donde antes resistía el enemigo Soria ahora manda el incondicional Nadal. El ministerio es el mensaje. La faena se completa con el ascenso a ministra de Montserrat. Justo cuando el abad había empezado a dudar. Y que dios nos perdone.