Es claro que el universal rechazo a la violencia de ETA en España, así como en las provincias vascas, ha generado en el independentismo regional la convicción de que por el camino de los asesinatos y atentados no habrá de lograrse ningún resultado favorable a los intereses que se dice defender.
Aunque haya todavía una legión de incrédulos, esta vez el anuncio de un cese de las acciones violentas por parte de la organización terrorista ETA parece ir en serio. Y hasta hay en el trasfondo una historia semioculta, en tanto aparece que algunos líderes de la organización y de los grupos independentistas vascos que actúan en el ámbito político solicitaron y recibieron asesoramiento de un especialista sudafricano en resolución de conflictos, Brian Currin. Cabe, entonces, abrigar esperanzas de que este sea, de verdad, el fin de la acción violenta de una banda terrorista que operó por 51 años y segó casi 900 vidas.
La banda armada ETA anunció en las últimas horas un cese del fuego «permanente, general y verificable internacionalmente». Tras cincuenta y un años de violencia y cerca de 900 asesinatos, así como decenas de treguas que luego no resultaron en una paz duradera, es explicable que este anuncio no haya sido recibido con todo el entusiasmo que era de esperar por las autoridades españolas. Sin embargo, esta vez hay buenos motivos para abrigar optimismo.
El primero es que la acción policial, tanto en España como en Francia, ha llevado a la caída de sucesivas direcciones de la organización terrorista, descabezándola y limitando severamente su capacidad de actuar. Pero en segundo lugar aparece hoy como evidente que los grupos políticos de la llamada «izquierda albertzale» están presionando desde hace muchos meses a ETA para que decida abandonar las armas y lo anuncie de un modo que no pueda dejar lugar a dudas.
Albertzale podría traducirse como «patriota» en el idioma euskera y no es en sí mismo para los vascos una definición política.
En todo caso, refiere a las opiniones independentistas. Batasuna, el brazo político de ETA, fue ilegalizado por decisión judicial con motivo de su flagrante vinculación con la banda terrorista. Ahora su principal objetivo es recuperar su capacidad de acción legal como partido político, promoviendo por esta vía sus posiciones independentistas e intentando tender puentes, ya descartada la violencia, con el Partido Nacionalista Vasco.
Esta última es la fuerza política autonomista que por años manejó el gobierno regional hasta ser desplazada, en gran medida como consecuencia del rechazo popular a las acciones terroristas, por un lehendakari del oficialista Psoe, según ocurrió en las últimas elecciones.
Es claro que el universal rechazo a la violencia de ETA en España, así como en las provincias vascas, ha generado en el independentismo regional la convicción de que por el camino de los asesinatos y atentados no habrá de lograrse ningún resultado favorable a los intereses que se dice defender. En esta coyuntura, el anuncio de la víspera, leído del modo tradicional en ETA, por tres encapuchados de boina y traje talar negro, parece hoy más creíble que nunca.
Como demostración de que ETA ya no es lo que era, alcanza con advertir que la prensa española de hoy arriesga, al parecer con pleno conocimiento, los nombres de los tres encapuchados, un hombre y dos mujeres.
En esta materia, es interesante además advertir que, según observadores informados, la organización armada está siendo asesorada por un especialista en grupos terroristas que se reconvierten a la lucha política.
En ese sentido, alguna detallada crónica española aventura que el abogado sudafricano Brian Currin, que actuó como mediador en los procesos de paz irlandés y sudafricano, sería el cerebro asesor del plan de desmovilización de la organización terrorista.
El concurso del abogado habría sido propuesto hace varios años a ETA por el Sinn Fein de Irlanda. Según los mismos observadores, Currin logró rápidos apoyos para su plan en los grupos de acción política independentista y en un sector de la misma ETA, donde el tema del abandono de las armas no tenía unánime aceptación.
El 30 de marzo del año pasado, en Bruselas, Currin propició una declaración animada por el propósito de terminar con «el último conflicto armado en Europa». Y consiguió un conjunto de firmantes que incluyó a la Fundación Nelson Mandela (que señaló que el texto concuerda con el pensamiento de Mandela) y varios premios Nobel de la Paz: Desmond Tute, de Sudáfrica; Frederik W. De Klerk, ex presidente sudafricano; John Hume, uno de los artífices de los Acuerdos de Viernes Santo en Irlanda y Betty Williams, galardonada por su labor por superar el conflicto en Irlanda.
En esa oportunidad, los firmantes, acompañados por varias otras personalidades con antecedentes en la resolución de conflictos, precisamente reclamaban que ETA se aviniera a un cese del fuego «permanente, general y verificable», que es lo que promete el comunicado leído ayer por los tres enmascarados.
Para muchos en España, el único final posible para ETA es su disolución sin condicionamientos de ninguna especie, por lo que en buena medida no reciben el actual anuncio con demasiada alegría.
Aparte, se señala que los actuales conductores de ETA carecen de demasiado respaldo dentro de la organización. Pero líderes carismáticos presos sí han señalado su respaldo, lo que de algún modo apoya también la aceptación de esta renuncia a la violencia.
A la distancia se advierte, sin embargo, que la declaración de esta tregua no aparece ya como un recurso para ganar tiempo y pertrecharse, como ocurrió con alguna de las anteriores.
Y que lo que está alumbrando es la efectiva posibilidad de que el terror de ETA se convierta en un fantasma del pasado, para alegría de todos los amantes de la libertad y la democracia.
Últimas Noticias (Uruguay), 11/1/2011