Isabel San Sebastián-ABC
- Ni la heroína de la viruela ni la presidenta Díaz Ayuso están en el santoral feminista
Fue la novela histórica, a través de Almudena de Arteaga, la que me descubrió hace años la figura de Isabel Zendal, primera enfermera de la historia en misión internacional, según la OMS, relegada al desván del olvido por la ingratitud con la que España trata habitualmente a sus héroes y heroínas. En su obra «Ángeles Custodios», Almudena relataba la epopeya de esta mujer valerosa, rectora del orfanato de la Caridad en la Coruña, que en los albores del siglo XIX se embarcó en un buque de la Armada española, junto a 22 expósitos de corta edad y a su propio hijo, Benito, con la misión de velar por la salud, el bienestar y la educación de esos niños escogidos para llevar en sus cuerpos la vacuna contra la viruela a las Américas, Filipinas y China. Esta formidable expedición filantrópica, sufragada íntegramente por el rey Carlos IV con fondos públicos, es recordada como «expedición Balmis» por el nombre del médico de la corte, Francisco Javier Balmis, designado para encabezarla. Sin embargo, fue Zendal quien cargó con el peso de las atenciones requeridas por esos pequeños en cuyas pústulas viajaba seguro el suero inmunizador, a falta de medios de refrigeración capaces de conservarlo activo de otro modo durante la larga travesía. Ella consiguió mantener a todos esos huérfanos, salvo uno, sanos, alimentados, educados y queridos. Ella fue tan protagonista de la proeza como Balmis, aunque él se alzase después con la gloria. Un caso típico de machismo, según los estándares vigentes, que sin embargo nunca ha merecido una palabra de reproche por parte del feminismo oficial. Y es que Isabel Zendal Gómez no es santa de la devoción feminista. ¿Porque fue un rey quien patrocinó e impulsó la magna empresa que ella coprotagonizó, sin otro interés que el de salvar vidas en los territorios españoles de ultramar? ¿Porque no hacía política sino labor humanitaria? ¿O acaso por pura y simple ignorancia?
Gracias a otra Isabel, la presidenta Díaz Ayuso, esta semana abrirá sus puertas en Madrid un hospital de referencia internacional, bautizado con el nombre de nuestra compatriota, cuya memoria alcanza así la inmortalidad merecida. Este centro, construido en un tiempo récord y equipado para hacer frente de inmediato a cualquier emergencia sanitaria, cumplirá el mismo objetivo que el conseguido con creces por la expedición descrita: salvar vidas, al margen de religiones, riqueza o ideologías. Pese a lo cual, tanto el Gobierno social-comunista como la oposición madrileña, que tanto presumen de defender la salud pública, han puesto la proa desde el principio a este centro pionero sin parangón en el mundo. El sectarismo prevalece sobre la más elemental razón. Les puede el rencor que albergan contra otra mujer excluida del santoral feminista, que no solo les gana en las urnas, sino que desafía con éxito todos los dogmas del «progresismo».