Luis Ventoso-ABC

  • O es un radical iluminado o algo ha de darle Maduro

Venezuela nos importa especialmente, por tratarse de un país entroncado de siempre con España. También porque el partido comunista que nos cogobierna, Podemos, está entrelazado en su génesis con la dictadura venezolana. El problema de Venezuela es tan fácil de explicar como innegable. Un experimento socialista que ha ido degenerando en una suerte de narcodictadura. Han arruinado su país, cometen crímenes espantosos y han provocado un éxodo de 5,5 millones de venezolanos. La Organización de los Estados Americanos (OEA) acaba de poner cifras a la barbarie de Maduro, un carnicero cruel, aunque su estilo chocarrero nos lleve a veces a verlo equivocadamente como un bufón. Desde el 2014, su régimen ha matado a 18.093 personas en ejecuciones extrajudiciales, ha hecho «desaparecer» a 724, hay 650 casos documentados de tortura y 15.500 detenciones arbitrarias. Hasta la siempre meliflua ONU ha denunciado sus «crímenes contra la humanidad».

Ahora Maduro ha dado otra vuelta de tuerca, con unas elecciones sin garantías para hacerse con el control de la Asamblea Nacional, último refugio de la oposición. Los comicios son una coña. Ni Estados Unidos ni la UE reconocen sus resultados. El grueso de la oposición no se ha presentado. Para intentar subir la bajísima participación (31%), el régimen amenazó con retirar sus cupones de alimentos a quienes no votasen.

El pucherazo ha estado avalado por «observadores internacionales» llegados de las prestigiosas democracias rusa e iraní. También ha habido «observadores especiales» invitados por el dictador, como el derrocado Evo Morales, el convicto Rafael Correa y el español Zapatero. Nuestro expresidente comenzó a mediar en la crisis venezolana en 2016 y se ha convertido en un blanqueador entusiasta del régimen. En estas elecciones ha abroncado muy enfurruñado a la UE por sus sanciones a Maduro. Presenta la simulación electoral como un ejemplo de «pluralismo» y celebra que se liquide el reducto opositor de Guaidó.

Albergo la peor opinión de Zapatero. Fue el presidente que resucitó el guerracivilismo, reabrió la caja de Pandora del separatismo e inventó los inaceptables «cordones sanitarios» (amén de un frívolo con la economía). Pero aún así, cuesta entender qué lleva a este señor de 60 años, abogado y exprofesor universitario, vástago de una próspera familia leonesa, presidente de España durante ocho años, a apoyar con entusiasmo a una mortífera dictadura comunista que ha sumido en la mugre a su país. O es un radical iluminado que ha extraviado el sentido común, o algo ha de pagarle el régimen para que acepte embadurnarse en un rol tan repugnante. O lo que es peor, tal vez ocurran ambas cosas a un tiempo.

(PD: el Gobierno «progresista y feminista» de las grandes monsergas para «todas y todos», callado como una tumba mientras un expresidente socialista brega para salvarle la cara a una dictadura salvaje, que tiene entre sus herramientas cotidianas la violación y la violencia sexual).