Ignacio Camacho-ABC

  • El coliderazgo de Iglesias no lo va a disipar La Moncloa con gestos como dejarlo fuera del viaje a Marruecos

El Presupuesto de 2021 le ha garantizado a Sánchez el resto de la legislatura, que a fin de cuentas es lo único que le importa, pero en contrapartida le ha creado un doble y grave problema de «relato» que sus propagandistas de cabecera no van a solucionar lanzando cortinas de humo para ocupar titulares en los telediarios. Por una parte, y por mucho que sus ministros y portavoces se esfuercen en proclamarlo, ni el más acérrimo de sus partidarios se cree que ERC y Bildu hayan otorgado su voto afirmativo sin recibir a cambio concesiones políticas que muchos votantes socialistas contemplan con desagrado. Por otro lado, Pablo Iglesias sale de la negociación fortalecido como el conseguidor de los apoyos necesarios para que el presidente pueda mantenerse en el cargo. Una especie de diarca que con un puñado de escaños ejerce una influencia determinante en la política de Estado y comparte en la práctica el liderazgo como aglutinador de un bloque parlamentario con peso suficiente para evitar cualquier tentación de pacto con Ciudadanos.

Esa imagen copresidencial del jefe de Podemos no la va a borrar Moncloa con gestos como el de dejarlo fuera -falta una semana: ya veremos- del próximo viaje oficial a Marruecos. De hecho los guionistas y escenógrafos del sanchismo han tenido que buscar la excusa del Covid para achicar el séquito a costa de excluir también a otros miembros del Gabinete, Carmen Calvo y Nadia Calviño entre ellos. Le tienen tanto miedo a que desestabilice la visita como a su reacción al verse preterido en el cortejo; por una situación similar forzó una modificación del decreto sobre la comisión de control de los fondos europeos. Le han dado vuelo a su ego y ahora no saben cómo impedir que rentabilice sus éxitos.

Sucede que además el resto de socios no está por la labor de figurar de comparsas. Los independentistas catalanes se jactan de su poder de decisión en la gobernanza de España y los legatarios etarras alardean de avanzar hacia la «república vasca». Y aún falta el indulto a los insurrectos del 1-O y demás contraprestaciones opacas que poco a poco irán adquiriendo relevancia. Iglesias también saca pecho como muñidor de una alianza cuya naturaleza antisistema desborda la falsa narrativa de que la colaboración presupuestaria integra en la convivencia democrática a fuerzas políticamente asilvestradas. A Sánchez y sus brigadas mediáticas les va a costar trabajo vender como una insignificancia la entrega a gente tan poco fiable de las llaves de la casa.

Siempre les quedará el comodín de la derecha, el argumento de mantenerla lejos del Gobierno como razón suprema. Pero ni siquiera ese mantra disipa entre muchos de los suyos la suspicacia de que el envanecido César está perdiendo la iniciativa estratégica y de que los aliados minoritarios aprovechan su ambición manifiesta y su debilidad real para subírsele a la chepa.