ANTONIO ESCOHOTADO-EL MUNDO
El autor, que ya en junio envió una primera carta a Carmen Calvo, le pide ahora a su Gobierno, al que define como «los fosfenos dejados tras de sí por Zapatero», que convoque pronto elecciones para que vote la ciudadanía.
Me pregunto si le choca el gasto unido al aspecto de Lenin desde 1923; pero diría que le importa poco todo cuanto no sea sembrar discordia y recoger frutos como ahora, repartiendo dinero público a clientelas particulares. Tampoco la noto informada sobre cosa distinta de emular a Tarzán saltando de una liana administrativa a otra, sin tocar el suelo donde los demás se esfuerzan por vivir de servicios demandados, tras descubrir cuán desahogada y satisfactoria es para el ávido de mando la vida del político profesional. ¿Quizá mejor la política, y profesional, para hablar inclusivamente?
Soy un viejo, señora, y si estoy contento con palmarla en cualquier momento es porque aprendí a cumplirme estudiando, cuando en la veintena estuve dispuesto a atentar contra Franco, e incluso perdí algún tiempo en la embajada de Libia, donde nos prometían una o varias bazucas a tales fines. Es grotesco imaginarlo siquiera, pues todo viviente debe sernos sagrado salvo en supuestos de defensa propia o ajena, si bien el enjuague montado por usted y sus aliados –desde la retirada infame de Rajoy– me devuelve la ira de aquellos años, cuando Franco parecía el principal obstáculo para sumarnos a un régimen de libertades garantizadas.
Algo después de morir, cuando su dictadura había pasado a dictablanda, y poco después a Estado de las Autonomías, ¿se acuerda de quiénes reaccionaron con gallardía al asalto de Tejero? Su partido no se cubrió de gloria entonces, pero González y Guerra estuvieron a años luz del actual, convocaron aquél referéndum sobre la OTAN y ganaron limpiamente sucesivos comicios, mientras el país iba creciendo de noche, cuando la recién nacida casta política dormía. Los fastos del Quinto Centenario hicieron aflorar parte de los desechos creados por el neocaciquismo, aunque España siguió creciendo y se puso octava del mundo por renta nacional, poco antes o después de ceder las riendas al PP.
Ustedes involucionaron entretanto hacia la posmodernidad, cada vez más inclinados a exhumar el guerracivilismo, y el atentado de Atocha –aún rodeado de enigmas– introdujo los dos mandatos de Zapatero, concluidos con la peor crisis económica desde 1936, cuando la peseta se hundió como el actual bolívar, porque la tercera reserva planetaria de oro podía haber respaldado al país desde Londres, Nueva York o París, pero Negrín prefirió despachar la mayor parte a Moscú. Qué inteligente fue aquello, y qué inteligente es hoy su Gabinete pretendiendo ampliar el límite de gasto público, a despecho del compromiso suscrito con la UE, y la siempre frágil confianza del inversor internacional, que repercute de inmediato en la prima de riesgo.
Tampoco pueden hacer otra cosa, cuando el encaje de bolillos montado sobre la moción de censura les movió a multiplicar ministerios, altos cargos y designaciones a dedo. Si no siguen excitando cualquier foco de resentimiento, y huyendo hacia delante, votar les pondrá de patitas en la calle, tanto a ustedes como a los aliados que fueron comprando por el camino. No es poca cosa que hilar un artículo de aquí con otro de allá les haya permitido subvertir el espíritu del ordenamiento jurídico, bloqueando tanto el respeto por el interés general como la expresión de la voluntad popular.
Por lo demás, ni aquí ni en la Conchinchina cabe que una moción de censura demore, en vez de acelerar, la consulta a los ciudadanos, y su ejemplo ayudará a prevenir maniobras parejas. Bastará establecer que en ningún caso la desconfianza evocada por un partido será pretexto para aplazar una expresión de confianza o desconfianza hacia el resto. Con irrefutables razones prohíbe el derecho la colusión o pacto hecho en perjuicio de terceros, tantas veces aprovechada para manipular los precios, y en éste para vivir ustedes del cuento.
De confundir clases con castas partió el absurdo de una sociedad sin clases, coronado por la estafa de imponer en su sitio carnés del partido, jerarquizados por antigüedad, como si lo intolerable fuese la movilidad social, no la inmovilidad, como en Cuba, Nicaragua o Venezuela por quedarnos en la órbita hispánica. Terminadas las vacaciones estivales, será temerario seguir cruzados de brazos ante la combinación de expolio, incompetencia y males mayores unidos a que ustedes continúen campando por sus respetos.
LA POSICIÓN ACTUAL de la ciudadanía no puede prolongarse sin evolucionar hacia formas agravadas de abyección y ruina, tanto más ridículas cuanto que ustedes carecen en realidad de existencia, y son los fosfenos dejados tras de sí por el señor Zapatero, hoy portavoz de Maduro. A su juicio sería «complotar» pararle los pies a quien se burla del Estado de derecho, y a quienes pretenden ustedes imitar inhabilitando al Senado.
He ahí que no queremos ni su hambruna ni las premisas conducentes a ella. Mucho me arrepiento de pensar en una bazuca para suprimir a Franco; pero créame si le digo que estoy bien inclinado a blandirla para hacer valer una guerrilla de la concordia, y un decir sí al conocimiento, la veracidad y el mérito, sin los cuales no hay compasión digna de ese nombre, ni asomo de justicia o afluencia. O convocan elecciones, o cuenten con un viejo achacoso y medio cojo invitando a pelear.
Antonio Escohotado es filósofo y escritor. Su última obra publicada son los tres volúmenes que conforman Los enemigos del comercio (Espasa, 2016).