Segunda vuelta

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 22/12/15

· A veces se dice que el pueblo ha votado de modo inteligente. Se decía, con frecuencia, en Cataluña donde es sabido que la inteligencia popular está por encima de la media. O estaba, porque hace tiempo que no leo en un editorial de La Vanguardia el sintagma del «inteligente pueblo catalán». Una paparrucha. También como metáfora es de las peores: una de esas que se evaporan al contacto con el aire.

No hay una inteligencia colectiva, deliberada, que se ponga de acuerdo y luego vote. En una democracia parlamentaria es tarea inútil especular con el sentido del voto. Los votos se gestionan y no se interpretan, porque puede haber tantas interpretaciones como votos; y el voto, al final, no es más que un embudo, la ley del embudo exactamente.

De ahí que sea legítima cualquier cosa que el PSOE, feliz o tristemente reducido a un partido bisagra, haga con sus votos. Y que sólo pueden ser dos cosas: bien facilitar un Gobierno liderado por el PP, bien liderar un Gobierno apoyado por los partidos antisistema. Es cierto que, en las encuestas, la posibilidad de un acuerdo entre PP y PSOE era la más rechazada por los votantes socialistas. Pero, al igual que no conviene preguntar antes del voto a los políticos por los pactos postelectorales, tampoco conviene hacerlo a los ciudadanos. ¡Los ciudadanos también quieren gobernar en solitario!

Tras los resultados electorales a los votantes socialistas se les plantea una elección crucial entre el mantenimiento o la destrucción del sistema de derechos y libertades que la Constitución protege. Para que Pedro Sánchez pudiera gobernar no sólo necesitaría el apoyo del partido Podemos, que ya ha planteado el cambio del sujeto de soberanía constitucional, sino de partidos independentistas, como Esquerra Republicana o Democràcia i Llibertat. Es una dura, y seguro que muy hiriente paradoja para algunos socialistas, pero el precio del mantenimiento de Estado de Derecho es que Mariano Rajoy sea de nuevo presidente. Hay otra posibilidad, que es la de repetir elecciones en tres meses.

Pero habría que pedirles a los votantes socialistas que cambiaran su voto. No creo que estuvieran muy dispuestos. Ni los socialistas ni el resto de votantes. Porque no hay un pueblo inteligente que decide, sino ciudadanos, uno a uno, cada cual con su inteligencia y su afición. De ahí, y acaso como melancolía de esa inteligencia imposible, que en las democracias se practique la segunda vuelta. A veces con el parlamento por constituir, como en Francia. A veces con el parlamento constituido, como debe pasar en España.

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 22/12/15