Sánchez pidió a los Reyes Magos piñatas de Vox en cada sede socialista; humo, mucho humo, para tapar las vergüenzas de su coalición de la amnistía. Necesita muñecos para ocultar a los españoles que cada paso que da requiere el visto bueno de las tribus independentistas. Para demostrarlo, esta semana, con el debate y votación del decreto ómnibus, Puigdemont enviará, vía Congreso de los Diputados, su mensaje navideño a los españoles sobre quién manda aquí. La primera en la frente: el prófugo elevará el precio del voto en cada ocasión. El gobierno de España en manos de delincuentes. ¿No es maravilloso?
Llegados a este nivel de alarma, los servicios de propaganda sanchista recurrirán al habitual llamamiento a la responsabilidad de Núñez Feijóo. El País, buque insignia de la armada mediática, ya anticipaba el sábado la ruta a seguir: “El gobierno presionará al PP tras la negativa de Junts a convalidar las medidas anticrisis”. ¡Qué listo es Pedro Sánchez! La reproducción hasta la náusea de las imágenes del muñeco destripado en Ferraz busca desplazar de la escena los otros muñecos, los que exhiben Otegi y Puigdemont como trofeos arrancados al Partido Socialista y cuya imagen humilla a sus votantes. Muñeco tapa muñeco.
Esas elecciones pueden sentenciar a Sánchez en seis meses, y ellos lo saben. Tres golpes contundentes seguidos dejarían al gobierno sanchista en situación insostenible
Todo normal, salvo algunas cosas. Para desgracia del conglomerado plurinacional, la guerra que importa, la de las urnas de 2024 -en Galicia, Europa y País Vasco-, no se gana con monigotes. Esas elecciones pueden sentenciar a Sánchez en seis meses, y ellos lo saben. Tres golpes contundentes seguidos dejarían al gobierno sanchista en situación insostenible. En las elecciones gallegas, Núñez Feijóo necesita una mayoría absoluta sólida, con los socialistas en tercera posición, lejos del BNG. En cuanto a las europeas, no sería suficiente lo que anuncian ahora las encuestas; para provocar la caída inevitable del sanchismo, haría falta que el PP duplicara, o casi, al PSOE. En País Vasco, el sorpasso a los del inefable Patxi López ayudaría mucho a provocar la mudanza en Moncloa.
Está en juego poner fin en 2024 a la pesadilla del gobierno Sánchez-Yolanda Díaz y evitar la prolongación hasta 2027 de un desastre que el país no resistiría. Es razonable calificar como emergencia nacional el objetivo de hacer lo necesario para derogar ya el sanchismo y romper la cuerda del chantaje independentista a la Nación. Para ese fin, no caben la disputa partidaria habitual ni experimentos extemporáneos que debiliten la alternativa al gobierno de la amnistía. Desde ese enfoque, para los procesos electorales de febrero a junio, es pertinente el análisis de Narciso Michavila. Como demuestran los estudios de opinión, una parte importante de los votantes socialistas, indignados con los pactos del PSOE, se resiste a cambiar su voto a Núñez Feijóo por temor a un gobierno con Santiago Abascal de vicepresidente. La utilización cínica que hace el sanchismo mediático del muñeco de Ferraz excava en esa mina.
Sostiene el presidente de GAD3 con sólidos argumentos que la participación de Vox en las elecciones de Galicia, sabiendo que no va lograr representación, les convertiría en funcionales a los intereses de Sánchez. Todo lo que, como la piñata de Ferraz, contribuye a reforzar la estrategia de victimización es oxígeno para el sanchismo agonizante. Aunque no lo pretenda, Vox les regala una narrativa de violencia utilizada para retener electores radicalmente opuestos a las decisiones socialistas contra la igualdad de los españoles. El PSOE necesita toneladas de hollín para ocultar vergüenzas como la entrega de Pamplona a políticos con trayectoria terrorista.
Fabricarse un buen enemigo es muy útil para explicar lo inexplicable y, como interpretaba el filósofo italiano Umberto Eco, si no lo tienes, “es preciso construirlo”
Umberto Eco analizaba con lucidez esta trampa explotada por el sanchismo en una conferencia que tituló “Construir al enemigo”. La explotación de la performance del monigote les va de perlas para banalizar la sumisión al secesionismo. Sirve al diputado socialista de León, o al de Almería, para escapar de la explicación de la amnistía debida a sus electores y recurrir al “mira cómo nos agreden, compañeros”. Fabricarse un buen enemigo es muy útil para explicar lo inexplicable y, como interpretaba el filósofo italiano, si no lo tienes, “es preciso construirlo”. La trascendencia del pleno parlamentario de este miércoles está en la inevitable representación en vivo y en directo de un chantaje del que Sánchez no puede escapar y sin trampantojo que lo pueda enmascarar.
En el grupo de los pobres
Importa poco qué termine votando este miércoles el grupo de Puigdemont, para los españoles será evidente que durante el tiempo que retengan el gobierno los socialistas el futuro de España dependerá de sus enemigos. No hay humo suficiente para ocultar que la coalición PSOE-PCE significa inestabilidad asegurada mientras se mantenga. La votación este miércoles de los decretos demostrará que ese espectáculo se va a repetir cada día. En ese pleno, los protagonistas no serán ni Sánchez ni Puigdemont, importará comprobar qué liderazgo ejerce Feijóo para poner fin a la pesadilla sanchista. Sabe que tiene enfrente a trileros de los que no se puede fiar, y a un país pendiente de lo que él haga.
Nadie puede alegar desconocer qué se está jugando. Los que trampean con la equidistancia interesada, tampoco. La falacia “pero, la economía va bien” está agotada. La mejor fotografía de los gobiernos sanchistas la proporciona Eurostat con los datos de PIB per cápita. La caída del 91% de la media europea al 85% en estos cinco años significa que España ha pasado al grupo de países pobres de la UE con derecho a solicitar fondos de cohesión. Sánchez, para que no se note, prefiere perder los 6.600 millones de euros que corresponderían según uno de los creadores de este fondo, el diplomático español Javier Elorza.
Atentos, pues, al Congreso de los Diputados.