Un mes después del último comunicado de ETA, que decepcionó a todos los que esperaban un cambio de registro, se especula con un cambio milagroso y se desata la euforia entre políticos y comunicadores. ‘¡Pesimista el último’! Pero los servicios de información advierten: ETA prosigue su reorganización interna para estar en condiciones de reanudar el terrorismo.
Durante dos años, desde mediados de 2007 a principios de 2009, los miembros de ETA estuvieron debatiendo sobre su situación, su estrategia, y su futuro. Intervinieron en ese debate 210 etarras que presentaron unos cien documentos. El resultado, por una muy amplia mayoría, fue que continuaba la actividad terrorista. Reconocían que su situación era de «debilidad estructural», pero creían que si llevaban a cabo una «reestructuración» (palabra mágica en el seno de la banda) solucionarían sus problemas y recuperarían la iniciativa armada.
Algunos de los que hoy mandan en ETA también presentaron papeles con propuestas. Las conclusiones de ese debate fueron más moderadas que lo que defendían algunos de los actuales jefes, que eran mucho más radicales que la media.
Concluido el debate, en las filas de ETA se elaboró otro documento a modo de resumen de su estrategia. Establecían minuciosamente cuál era el papel de la banda, qué exigencias previas reclamaban para cualquier tregua que debía conducir a una negociación política y dibujaban una muy detallada hoja de ruta. Y se hacían previsiones para cuando se llegara a un escenario que diera satisfacción a la organización terrorista: «ETA no dará nunca las armas al enemigo, ni las romperá, las guardará. ETA no desaparecería, continuaría como organización política dentro de la Izquierda Abertzale, hasta que otro tipo de situación y debates digan lo contrario».
ETA no se planteaba la renuncia a las armas en un escenario ganador. Es lógico: en las filas de ETA las renuncias se producen sólo cuando se interioriza la derrota, nunca cuando se cree que se va a ganar.
Los comunicados que ha sacado ETA desde entonces se han ajustado al esquema dibujado hace un año, sin separarse lo más mínimo. El 26 de septiembre se conocieron las últimas palabras de los jefes de la banda, que no se alejaban un milímetro del guión. Ortodoxia en estado puro que decepcionó a todos los que esperaban un cambio de registro y, sobre todo, a los que habían pedido a ETA una tregua unilateral.
Ha transcurrido apenas un mes y, de pronto, florecen las especulaciones acerca de cambios milagrosos en la postura de ETA. Se anuncian inminentes comunicados en los que la banda aceptará lo que rechazó ayer por la tarde. Estas primeras semanas del otoño parecen haber sido mágicas: los etarras en cuatro días aceptan todo lo que han rechazado en los últimos cuatro años. Sin debate interno conocido, sin cambios en el equipo de mando. Un giro copernicano que ha aparecido como las setas, con las lluvias de temporada.
Entre políticos y comunicadores parece haberse emprendido una carrera eufórica al grito de «pesimista el último», pero entre tanto optimismo con pies de barro los servicios de información advierten: ETA prosigue su reorganización interna llevando a cabo todas las actividades necesarias para estar en condiciones de reanudar el terrorismo.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 2/11/2010