La inclinación de la izquierda abertzale por aparecer unas veces como herencia de Batasuna, otras como Sortu y otras identificándose con los ‘independientes’ de Bildu entraña genera confianza, aunque sectores de la sociedad vasca deseen su incorporación a la vida institucional o el Constitucional opte por enmendar al Supremo.
La sentencia del Tribunal Supremo, anulando la participación electoral de la coalición Bildu en los próximos comicios locales y forales en Euskadi y Navarra, se basa en la convicción de una mayoría de sus magistrados de que sus candidaturas representan una trama defraudatoria. Interpretación a la que los seis magistrados partidarios de desestimar las demandas de la abogacía del Estado y de la fiscalía se opusieron también desde su convicción de que no hay elementos objetivos ni subjetivos para concluir que Bildu emana y responde al dictado del «complejo ETA/Batasuna»; mucho menos cuando su anulación supone la exclusión electoral de dos formaciones plenamente legales como EA y Alternatiba. Es indudable que la persistencia de ETA, aunque sea en tregua, constituye un factor contaminante de todo cuanto emana de la izquierda abertzale. Su trayectoria política anterior le resta credibilidad cuando trata de volver a la legalidad evitando liberarse explícitamente de la sombra de una ETA que aún no ha desaparecido. Además su inclinación más reciente por aparecer unas veces como herencia de Batasuna, otras como Sortu e identificándose en ocasiones con los ‘independientes’ de Bildu entraña un comportamiento que no despierta confianza, aunque amplios sectores de la sociedad vasca deseen su definitiva incorporación a la vida institucional o el Constitucional opte por enmendar al Supremo. La decisión mayoritaria del TS abre una discordancia entre la interiorización que de ella hace una mayoría de la sociedad vasca en contraposición a la que protagoniza el resto de la opinión pública española, más allá de que la sentencia sea una consecuencia de la negativa de la izquierda abertzale a revisar críticamente su pasado y a la pretensión de hacer valer sus particulares equilibrios en su declarada apuesta exclusiva por las vías políticas y democráticas. Hasta el punto de que el voluntarismo posibilista con el que EA y Alternatiba han eludido comprometer a los herederos de Batasuna en una evolución democrática que les librara de ser necesariamente sus sucesores puede acabar perjudicando seriamente a ambas formaciones. El único recurso con el que cuentan los integrantes de Bildu y sus candidatos es el que eleven al Tribunal Constitucional, mientras que el anuncio del PNV de suspender su colaboración con el gobierno Zapatero, una vez conocida la sentencia del Supremo, es la expresión de una incomodidad que el partido jeltzale considera que conecta con una percepción mayoritaria en Euskadi.
Editorial en EL DIARIO VASCO, 3/5/2011