Pedro Sánchez y su socio principal han acordado unos presupuestos cuya característica dominante es el gasto. El gasto social, dicen ellos, aunque uno preferiría que fuese gasto productivo, para crear empleo entre los jóvenes.

No hay tal y lo que es peor, el Gobierno presumía de unos presupuestos con el mayor gasto público de la historia, además de haber incluido 27.600 millones de fondos europeos de los que aún no dispone y que no tiene garantizados. El Gobierno, o por ser más exactos, la parte podemita, con la necesaria anuencia de Sánchez, va a destinar 12.500 millones a planes para la juventud, en políticas de empleo que definirá la ministra de Trabajo, esa pobre que no sabía lo que era un ERTE, ni que la igualdad salarial entre hombres y mujeres estaba garantizada por ley en España 40 años antes de que llegara ella.

El doctor Sánchez ha seguido su inclinación natural al plagio, en este caso de José Luis Rodríguez Zapatero, cuya formación económica se resume en lo que Jordi Sevilla le enseñó en un par de tardes, la mitad de las cuales las pasó bastante distraído.

Esto de las ayudas al alquiler es una tontería también también plagiada. Hace 14 años que la anunció en un momento glorioso la entonces ministra de Vivienda, Carme Chacón, que compareció junto a su mandante en la fachada de La Moncloa para explicar las bondades de la Renta Básica de Emancipación, que fue así como llamaron a la subvención a los jóvenes para el alquiler, 210 euros al mes. Ella había acuñado dos frases memorables sobre el tema. La primera, en su toma de posesión: “Me siento generacionalmente implicada en el problema de la vivienda”. Y otra, más notable si cabe: “Cuando me siento por las mañanas en mi despacho no pienso en los votos, pienso en los pisos”.

Es una pena que el sanchismo se haya empeñado en desmentirla. En un comic en el que publicitaban otra regalía para la juventud, un cachorro socialista le preguntaba a una colega: “¡300 eurazos! ¿Y qué hay que hacer para pillarlos?” y ella respondía: “Pues votar al PSOE, que es a quien se le ha ocurrido la idea”.

Faltaban seis meses para elecciones y se buscaba el voto joven. La idea tampoco era nueva, porque antes la había esbozado la ministra de las kellyfinders, Mª Antonia Trujillo, que propuso 240 euros al mes. Lo de Sánchez son 250 para jóvenes de edades comprendidas entre 18 y 35 años.

La medida trae barrunto electoral. Y vuelve a ser engañosa y perversa. Pedro y Yoli desconocen, como ZP, algo que se estudia en la primera lección de Teoría Económica en las facultades del ramo. En los mercados de oferta rígida el problema no se resuelve incentivando la demanda. Si la función de oferta no cambia para hacerse más elástica, el aumento de la demanda se resuelve en aumento del precio, no de la cantidad ofertada. La subvención pasaría casi íntegramente a los bolsillos del arrendador.

En el supuesto de que fuera eficaz sería injusto que pudiera acceder a la ayuda un joven de 20 años y se le negase a alguien de 40 con cargas familiares. Pero no se podía esperar otra cosa del acuerdo entre dos profundos ignorantes como el presidente del Gobierno y su vicepresidenta segunda. ZP, en su limbo, podrá decir con Jacinto Benavente: “bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos”.