No podía tener un clima menos propicio el presidente Sánchez para enfrentarse a la negociación de las Cuentas públicas. Con el Tribunal Constitucional tumbando también parte del segundo estado de alarma y con la coalición de gobierno echando chispas en el duelo entre las vicepresidentas Nadia Calviño y Yolanda Díaz para controlar la reforma laboral. Mientras, Europa sin soltar los fondos de recuperación manteniéndose a la espera de que España se aclare con sus reformas. Sánchez intenta capear la tormenta desatada en torno a sus Presupuestos. El enfrentamiento podrá subir de decibelios y adoptar formas tan de colegio mayor como el protagonizado por la ministra Belarra con sus pataletas por no haber sido el foco de atención en la Ley de Vivienda. Pero a ninguno de los dos partidos les interesa romper la coalición para ir ahora a elecciones porque en los sondeos ninguno de los dos sale bien parado en intención de voto. Además del pulso con Podemos (Calviño ha ganado la primera batalla pero la guerra continuará) fuera de La Moncloa acechan sus socios de legislatura.
En el fondo todos son conscientes, aunque muchos de ellos no lo reconozcan, de que estos Presupuestos no son realistas. Con las correcciones que ha ido recibiendo el Gobierno a sus previsiones de crecimiento (desde el INE a la OCDE, pasando por el FMI y el Banco de España) parecen unas cuentas infladas por las expectativas de los fondos europeos que, a su vez, están condicionados a la reforma laboral y a la de las pensiones. ERC ha adoptado el modo PNV. Para tensar la cuerda hasta el último momento, aprovecharse de la debilidad de Sánchez y transmitirle el mensaje de que no esté confiado. Que ellos son un socio recurrente pero no estable. No se vaya a creer que porque ha concedido los indultos a los condenados del ‘procés’ y porque se ha comprometido en mantener la mesa de negociación entre la Generalitat y La Moncloa ya tiene su apoyo asegurado. Todo en el aire.
Urkullu, sin embargo, no corre riesgo. Tiene el campo abonado con su mayoría en el Gobierno con los socialistas vascos. Su plan presupuestario contiene una previsión optimista de ingresos y un notable gasto en empleo público. El consejero Azpiazu, que no está para perder el tiempo negociando con Vox, espera que la oposición no se salga del guion presupuestario. En su caso no le hace falta decir, como hizo la ministra Montero, que ella con Bildu solo hablaba de números (y no se refería al número de presos de ETA que el grupo de Otegi quiere excarcelar). El PNV espera el apoyo de Podemos en justa reciprocidad porque los nacionalistas apoyan al Gobierno de La Moncloa. Veremos en qué se sustancian las negociaciones. Al PP de Iturgaiz no le gusta el gasto disparado que planea el lehendakari en una Euskadi tan subvencionada. Pero espera que este año el Gobierno sea menos autosuficiente y admita algunas correcciones. El año pasado rechazaron 1.289 enmiendas parciales. Visto así el número, negro sobre blanco, desmiente ese espíritu de diálogo en el que se envuelven quienes nos gobiernan.