Luis Ventoso-ABC

  • La quiebra de Wirecard simboliza la impotencia de Europa en el mundo tecnológico

 

Ayer quebró Wirecard. Su nombre tal vez no diga mucho, pero era admirada como el icono de las firmas tecnológicas germanas. Fundada en 1999, se expandió hasta convertirse en una multinacional de éxito, dedicada a los sistemas de pago electrónico. Pero en la rigurosa Alemania también existen los piratas de cuello blanco. La semana pasada, la auditora EY se encontró con unos libros de cuentas más tuneados que la efigie de Kim Kardashian y se negó a firmar. Las acciones de la firma, que había llegado a 28.000 millones de dólares de capitalización, cayeron un 90%. El consejero delegado, el austríaco Markus Braun, fue arrestado bajo la sospecha de que se había inventado 1.900 millones de euros, presuntamente depositados en

Filipinas, pero que no aparecen por ningún lado. Primera quiebra de una firma del Dax desde la fundación del respetado índice, hace 32 años.

Wirecard se va al garete y es imposible no pensar en la inanidad de Europa en el mundo tecnológico, hoy más real y lucrativo que la propia vida analógica. ¿Dónde están los Amazon, Google, Apple, Alibaba, Huawei, Facebook y Microsoft europeos? No existen. Se nos llena la boca con la milonga de nuestras «starups». Desde Zapatero, que al final no hizo nada, nuestros gobiernos llevan lustros alardeando de su «apuesta rotunda por el I+D+I». Pero al final solo surgen proyectos minifundistas, que no compiten a nivel global. El 5G de los países europeos lo desarrollarán los chinos, cuya dictadura tendrá así salvoconducto de entrada a los secretos de nuestros estados. Google nos toma el pelo a dos manos: ejerce su monopolio en Europa y encima no paga impuestos. Nuestros teléfonos son chinos, o de la manzana mordida (fabricada en China). Si queremos comprar cualquier cacharro vía online, acudimos al bazar digital de Jeff Bezos, o al de Jack Ma, pero no hay alternativa local. Para doparnos con una buena serie tenemos Netflix, HBO, Amazon, plataformas estadounidenses (aunque aquí al menos queda una opción española, Movistar). Solo me viene a la cabeza una empresa europea que esté triunfando en serio en el nuevo mundo: la sueca Spotify, que compite en el negocio de la música por streaming.

La eurozona es la región desarrollada con peor pronóstico en la recesión del coronavirus. La UE ha estado ausente y a ritmo de paquidermo. Europa constituye todavía un oasis de buen vivir en el planeta. Pero no será así para los europeos que hoy vienen al mundo. Aquí se inventaron la máquina de vapor, el cine, la aviación pionera, la Teoría de la Relatividad, la penicilina… Ahora somos un continente viejo y fatigado, que vuelve a fiar su redención al crecepelo de las políticas populistas y nacionalistas. Nuestro anhelo ya no es inventar y conquistar el mundo, sino una paguita del Estado por no hacer nada. Un dulce declinar, hasta quedarnos en un parque temático, a donde vendrán los chinos a hacerse fotos, beber buen vino y visitar unos museos imponentes que darán fe de lo que algún día fuimos. Europa se ha vuelto funcionarial y en la molicie burocratizada no fermenta el ingenio.