FERNANDO SAVATER-EL PAÍS

  • Creo que en España se adoctrina demasiado y no por motivos justificados sino por el peor de todos: maestros que creen que su deber es lograr que todo el mundo piense como ellos

Partamos de la incómoda base de que toda educación incluye su dosis de adoctrinamiento. Ciertas precauciones (v.gr. no meter los dedos en un enchufe), ciertas prohibiciones (v.gr. no pegar a los mas pequeños), ciertas órdenes (v.gr. obedecer a los adultos) se inculcan antes de poder trasmitir en detalle todos los usos y razones que las justifican. La alerta contra la antropofagia precede enérgicamente cualquier indicación dietética… Porque en esto consiste adoctrinar, en decir lo que debemos hacer o evitar antes de que el novicio tenga todas las claves para comprender esas normas. Y está justificado adoctrinar porque muchas cosas importantes deben ser aceptadas antes de entender los motivos por las que son importantes: nos va la vida y el orden social en ello. La tarea del maestro es ir convirtiendo en razonable lo que la urgencia del primer momento prescribe o proscribe porque así debe ser. La inevitable doctrina debe ser lo menos ideológica y lo mas práctica posible para convertirse cuanto antes en un hábito funcional del que podamos dar cuenta argumentada.

Creo que en España se adoctrina demasiado y no por motivos justificados sino por el peor de todos: maestros que creen que su deber es lograr que todo el mundo piense como ellos. Algo tiene que ver este exceso con los malos resultados del informe PISA (al que tampoco hay que tomar como la verdad revelada), sobre todo en tierra de misiones como Euskadi y Cataluña. Ahora ha despertado escándalo bastante hipócrita una charla de mi amigo Jaime Mayor Oreja en un colegio concertado católico de Madrid. El escándalo viene de que ese sermón sea de derechas y no de izquierdas o separatista como los que estamos acostumbrados a soportar. Pero creo que Jaime se equivoca de público: lo primero es acabar bien el bachillerato, a los votantes se les arenga después.