- Ante una izquierda radicalizada hasta lo histriónico, Feijóo repesca a un grupo de ‘sorayos’ para hacer de la centralidad su estandarte y arrastrar el voto razonable que todavía flota en el piélago del PSOE
Le bastaron nueve palabras a Cuca Gamarra para animar la resaca de la excitada romería brasileña. «Contigo en España, esto es un simple desorden público». Fue la respuesta de la portavoz parlamentaria del PP al tuit solidario de Sánchez para con Lula, expresidiario corrupto y ahora presidente de Brasil. Nueve palabras bastaron. Cuca, a lo Platón, ahora recordado por Javier Gomá. «Nadie sería capaz de decir las mismas cosas en menos palabras que yo». Quizás Gracián, lo breve y tal. O Borges, que se encaramó en la cúspide de la literatura en español con ficciones que nunca desbordaron las veinte páginas. «El Génesis se puede resumir en cuatro párrafos», solían espetar los redactores jefes cuando aún había papeleras en los periódicos para entoñar los originales pedestres. Llegó luego el ordenador y todo se fue al carajo.
Las nueve palabras de Cuca provocaron un vendaval unánime en las filas del Gobierno, desde donde se remitieron gritos e insultos algo desmedidos. Pilar Alegría, que simultanea con dudoso acierto la cartera de Educación con la portavocía del PSOE, llegó a comparar a Feijóo con Bolsonaro, que es como equiparar a Adamo con los Sex Pistols. Había expuesto Gamarra algo elemental. Borrado el delito de sedición de nuestro Código Penal, por exigencia del golpismo catalán, la jarana de la Plaza de los Tres Poderes se tipificaría aquí como mera algarabía callejera. Una trifulca a la salida de un partido de alto riesgo.
«Ya gritan y escupen demasiado por la izquierda como para convertirnos en un eco estridente», comenta un sabio muy requerido en la planta noble de Génova
En las filas de su partido, el tuit de Cuca fue recibido con cierta frialdad. El PP acaba de reingresar en la era de la santísima moderación, ese reducto ideológico en el que todo es mesura, tiento, paciencia, cordura, nada de insultos ni voces. El centrismo redentor, el camino que conduce a la mayoría absoluta, dicen los sabios estrategas de Génova. «Estabilidad y certezas», subrayó su líder este martes. Una de las evidencias de este curioso fenómeno, pertinaz en el devenir de la derecha, es la reaparición del sorayismo en la cúpula del PP, como certeramente aquí ha descrito Jesús Ortega. Son los hombres and mujeres de Soraya Sáenz de Santamaría, quien fuera mano derecha de Rajoy (la izquierda era Dolores Cospedal), que recuperan cargos destacados en su formación luego de sufrir defenestración o destierro en la etapa de Pablo Casado.
Borja Sémper deja sus labores privadas en una consultora para convertirse en la voz y la palabra del PP durante este año electoral. Abandonó la política cuando el anterior líder subió dos tonos los decibelios en su discurso. Pensaba Casado, quizás abducido Plutarco, que «me reiría a carcajadas si escucho a una golondrina, pero si fuera un águila prestaría más atención». El PP ha mudado de halcón a paloma con enorme acierto, al decir de las encuestas. «Ya berrean y escupen demasiado por la izquierda como para convertirnos en un eco estridente», comenta un sabio muy requerido en la planta noble de Génova.
El presidente andaluz compartió este verano una semana de vacaciones con Feijóo en territorio gallego. Allí se fraguó la santa alianza entre ambos líderes
Sémper encarna la quintaesencia del club de los ‘sorayos’ redivivos, esa hermandad como de hojaldre, de hablar tan discreto que huye incluso de las metáforas, como Iñigo de la Serna, también alto y buen mozo, encargado ahora del programa electoral. Soraya es el vértice inspirador de este grupo y, no se olvide, Juanma Moreno, su profeta en la tierra. El presidente andaluz compartió este verano una semana de vacaciones con Feijóo en las playas gallegas. Allí se fraguó la santa alianza entre ambos líderes. Allí quedó clara la estrategia del nuevo PP, la apuesta por la centralidad militante, la sobriedad, el equilibrio, todos esos adjetivos que consiguieron que el PP acabara con cuatro décadas de socialismo andaluz y que ahora pretende hacer lo propio con el cesarismo sanchista. A Isabel Díaz Ayuso se le encomendó, en ese reparto de papeles, el de conseguir en el nicho de Vox ese piélago que espanta a Feijóo y que confía en no necesitar en el caso de que las urnas le permitan formar gobierno.
Cuca Gamarra ha soliviantado a la jauría del progreso con tan solo nueve palabras, muy bien dispuestas. Su figura ha crecido con el paso del tiempo. Venía de muy abajo, se dirá. Nadie daba un euro por ella. Sustituir a Cayetana Álvarez de Toledo en esa función se antojaba misión suicida. La ex alcaldesa de Logroño no sólo está salvando los muebles sino que hasta alcanza momentos de brillo apreciable, como en sus palabras en el debate sobre el borrado del delito de sedición. De un tiempo a esta parte, la portavoza rompe con la sentencia de Pla cuando, refiriéndose a la derecha, afirmaba: «Como no son nada, diremos que son conservadores».