En la España actual, hay personas que piensan que ETA sigue viva y las hay que piensan incluso que ETA está más viva que nunca. Hay quienes dicen pensar que la banda terrorista no fue derrotada y personas que sinceramente piensan que la banda terrorista no fue derrotada. Hay un amplio abanico de opiniones sobre la materia. Y yo soy de los que piensan y afirman que la banda terrorista fue derrotada por la democracia española.
En España hay quien defiende que ETA logró sus objetivos y yo creo que no los consiguió en absoluto, por mucho dolor que provocara y que nos condicionara la vida individualmente y el escenario político colectivamente. Pero ETA no logró sus objetivos. Otra cosa es saber que algunos de los objetivos para cuya consecución utilizó el terrorismo son defendidos por algunos partidos políticos que hoy son legales y que, desgraciadamente, cuentan con predicamento, apoyo social y votos en el País Vasco y Navarra. Fundamentalmente, EH Bildu (que no es, por cierto, coalición electoral sino federación estable de partidos).
Ni siquiera la inclusión de expresos terroristas en sus listas electorales puede considerarse objetivo esencial alcanzado por parte de eso que se llama la «izquierda abertzale»
Los objetivos de ETA eran la llamada territorialidad, es decir, la unión de Euskadi, Navarra e Iparralde (sur de Francia), la independencia de esa unidad política (Euskal Herria) y el socialismo. Entre sus objetivos últimos o esenciales no se encontraban el acercamiento de sus presos a sus lugares de origen, una vez alejados como parte de la política antiterrorista, ni su excarcelación, una vez encarcelados, por mucho que con el tiempo se haya ido acercando a los presos y por mucho que muchos hayan sido excarcelados, una vez cumplidas sus penas. Es decir, ETA no asesinó para acercar o liberar a sus presos sino para imponer su proyecto político. Ni siquiera la inclusión de expresos terroristas en sus listas electorales puede considerarse objetivo esencial alcanzado por parte de eso que se llama la «izquierda abertzale», por mucho que tal cosa sea repugnante y debamos impedirla con nuestra denuncia pública y la modificación de las leyes que correspondan en el caso de que tal cosa sea jurídicamente viable.
Para alcanzar esos sus objetivos esenciales (territorialidad, independencia de Euskal Herria y socialismo), ETA empleó primero durante la dictadura franquista y, más tarde y especialmente, durante casi cuarenta años de democracia, el terrorismo, esto es, la extorsión, el secuestro y el asesinato de inocentes (miembros de los Cuerpos y las Fuerzas de Seguridad del Estado, empresarios, jueces y fiscales, miembros de Instituciones Penitenciarias, periodistas, cargos públicos no nacionalistas o ciudadanos comprometidos en la defensa de la libertad y la democracia frente a sus desvaríos totalitarios). ETA acabó con la vida de más de 850 personas, extorsionó a centenares, secuestró a decenas (a dos de las cuales, terminó asesinando cruelmente) y provocó ingentes pérdidas económicas en Euskadi y en el conjunto de España. Sin embargo, a pesar del dolor provocado, ETA no logró sus objetivos, y la democracia española la terminó derrotando.
Y lo que derrotó a ETA no fue un determinado gobierno en Euskadi o en España (como ha venido a decir ahora Pedro Sánchez en una nueva muestra de su falta de escrúpulos) sino el Estado en su conjunto y el despliegue y la aplicación con decisión y sin complejos de sus principales instrumentos políticos, jurídicos y judiciales, algunos de los cuales tardaron demasiado tiempo en perfeccionarse e incluso en ponerse en práctica: en concreto, el trabajo de los Cuerpos y las Fuerzas de Seguridad del Estado, la colaboración con Francia, el trabajo de jueces y fiscales, la aprobación y aplicación de la Ley de Partidos, es decir, la ilegalización de su brazo político, y la movilización ciudadana, tardía en el conjunto de España y minoritaria en Euskadi, incluso residual durante muchos años. Esta es la realidad de los hechos: ETA no logró sus objetivos y fue derrotada.
ETA logró, con su violencia y sus prácticas mafiosas de acoso y persecución social, el debilitamiento de los partidos no nacionalistas, el «exilio» de miles de vascos no nacionalistas que tuvieron que irse a otras partes de España
Otra cosa, claro, es que algunas de sus ideas sigan vivas, que haya partidos que defiendan algunas de ellas o que su brazo político sea hoy legal y tenga un apoyo social que nos produce un inmenso rechazo. Además, esto es cierto, ETA logró, con su violencia y sus prácticas mafiosas de acoso y persecución social, el debilitamiento de los partidos no nacionalistas, el «exilio» de miles de vascos no nacionalistas que tuvieron que irse a otras partes de España y el cambio del mapa político electoral en el País Vasco. Pero estos hechos no quieren decir que ETA no fuera derrotada; y, mucho menos, que siga viva. Se derrotó a la banda terrorista que intentó imponernos un proyecto racista y totalitario por la fuerza de las armas, se detuvo a sus miembros y se les envió a prisión, donde cumplieron o cumplen su pena. Obviamente, no se ha derrotado ni las ideas nacionalistas ni el independentismo, ideas que hoy en el País Vasco tienen fuerza semejante a la que tenían hace treinta años. Estas ideas son las que deben combatirse con la fuerza de la razón, la legalidad vigente y en las urnas. Y este es parte del trabajo pendiente.
Se trata, además, de combatir el discurso del odio que todavía sigue vivo en el País Vasco, los homenajes a los terroristas y la manipulación de la historia, recordando la verdad de los hechos ocurridos. Se trata también de deslegitimar a los herederos de la banda, en lugar de pactar con ellos. Y de defender la memoria y la dignidad de las víctimas del terrorismo.