LIBERTAD DIGITAL 09/02/17
CRISTINA LOSADA
· ¡Menos mal que Mas había avisado de que no tenían vocación de héroes ni mártires! Esto sí lo están demostrando.
Desde tiempo inmemorial, esto es, desde el caso Banco Catalana, todos los procesos o intentos de tal contra altos dirigentes del nacionalismo catalán son juicios políticos y juicios políticos contra Cataluña. No fue inesperado, por tanto, que el juicio del 9-N fuese denunciado como político por los procesados, el independentismo en pleno y los compañeros de viaje que siempre están ahí, como buenos amigos, en los instantes difíciles. Lo repitió el otro día, para más señas, la portavoz del gobierno autonómico, Neus Monté, desde el confortable comodín de todo el mundo sabe. «Todo el mundo sabe», dijo, que «es un juicio político». Bueno, señora Monté, lo sabrá todo el mundo, pero no lo deben de saber los procesados. Quienes están desmintiendo día a día, a golpe de declaración, que el juicio es político son Artur Mas y las exconsejeras encausadas.
Los tres se comportan ante el tribunal como cualquier acusado de un delito cualquiera: intentan demostrar que no lo cometieron. Así lo hizo Mas con gran nitidez cuando dijo: «No había ánimo de cometer ningún delito ni de desobedecer a nadie». Todos estaban convencidos de que no era delito poner las urnas aquel 9 de noviembre. Y es que habían transformado la consulta en una jornada de participación, que son cosas radicalmente distintas. Para mayor confusión, el Tribunal Constitucional no advirtió de las consecuencias legales. Su mandato era tan impreciso, como explicó el testigo Francesc Homs, que el gobierno catalán «no tenía claro el alcance» de la resolución. «¿Se podía hacer una rueda de prensa o no?», preguntó. Esto es definitivo. Cuando una resolución del TC olvida referirse a algo tan importante como las ruedas de prensa, ¿cómo va a saber uno si la incumple o no?
Extraño juicio político ése en el que los procesados, en lugar de asumir orgullosos la responsabilidad de sus actos, de proclamar a los cuatro vientos que querían incumplir la ley, buscan refugio en que no sabían, aseguran que no tenían voluntad de desobedecer y le colocan el marrón a otros. Porque las palabras de Mas haciéndose responsable de todo quedan en nada por efecto de su aclaración de límites: la idea fue suya, sí, pero la ejecución fue asunto de los voluntarios. En breve: quieren librarse. Quieren que se los exculpe y para conseguirlo no dudan en rebajarse a innobles tretas defensivas. Y si bien esa es la actitud lógica de cualquier acusado ante un tribunal de justicia, es una actitud que, francamente, queda de pena en un juicio político. ¡Menos mal que Mas había avisado de que no tenían vocación de héroes ni mártires! Esto sí lo están demostrando.