Editorial, EL MUNDO, 22/10/11
SÓLO hemos tenido que esperar un día para comprobar que el comunicado de ETA anunciando el «cese definitivo de la lucha armada», aunque sin disolverse ni entregar las armas, ha servido sobre todo para fortalecer extraordinariamente la posición del brazo político de la banda. Los portavoces de la llamada izquierda abertzale advirtieron de que «el cierre del ciclo armado de ETA no supone el cierre del conflicto político» y hoy mismo harán una demostración de fuerza en las calles de Bilbao con el lema «Euskal Herria quiere la solución». Aunque sus cómplices traten de convertir a los terroristas en los benefactores de los vascos, lo cierto es que, como bien dice Maite Pagazaurtundúa, presidenta de la Fundación de Víctimas, «no les es eficaz matar y quieren buscar la victoria política, el triunfo de su estrategia y la impunidad para sus presos y activistas».
Lo lamentable es que haya quien esté dispuesto a seguir el juego a la nueva estrategia política de la banda. El lehendakari Patxi López volvió de Estados Unidos y se apresuró a convocar una reunión de urgencia de su Gobierno. Después compareció rodeado de todos sus consejeros para hacer una declaración de solemnidad histórica y un anuncio: convocará de inmediato a los partidos vascos –incluido Bildu– con el fin de consolidar «el nuevo tiempo» y la libertad. López ratificó los términos de la hoja de ruta que presentó en el Parlamento de Vitoria para flexibilizar la política penitenciaria y acercar a los presos etarras a cárceles del País Vasco.
López se apresura así a cumplir las condiciones que la banda ha demandado siempre, incluso utilizando textualmente la misma expresión que ETA en su comunicado. El documento anunciaba que en el País Vasco se está abriendo «un nuevo tiempo político», que es lo mismo que dijo ayer el lehendakari para justificar la apertura de un diálogo entre todos los partidos vascos. López ha comprado la mercancía de ETA, asumiendo que existe un «conflicto político» que es necesario resolver con encuentros fuera de las instituciones parlamentarias, que es donde se hace política en una democracia.
Se trata no ya de un simple error, sino de una auténtica vergüenza. Como ridícula es la escena que se vivió en La Moncloa antes del Consejo de Ministros, cuando la esposa de Zapatero le entregó un ramo de flores entre los aplausos de los ministros presentes. El presidente se ha empeñado en lograr este comunicado de ETA para pasar a la Historia aunque sea in extremis.
Si, como dice el discurso oficial del PSOE, la banda ha sido derrotada por el Estado de Derecho, no existe ninguna necesidad de satisfacer unas demandas que ETA formula, además, sin haberse desarmado. La voluntad de los terroristas de tutelar el «nuevo tiempo» es evidente. Nadie puede descartar que «el cese definitivo de la actividad armada» deje de ser «definitivo» si el Estado no da satisfacción a sus demandas de excarcelación de los presos y reconocimiento de la autodeterminación de la «nación vasca». Ningún Gobierno –ni el agonizante de Zapatero ni el previsible de Rajoy– podría hacer semejante cosa sin violentar las leyes, por lo que es una incógnita lo que hará ETA si el Estado se niega a atender sus peticiones.
Editorial, EL MUNDO, 22/10/11