Silencios delatores

Los favores recibidos todavía se están pagando. Con Cuba, con ETA y con la Libia de Muamar Gadafi, las cuentas no se han cerrado. La banda terrorista de ETA, con más de 50 años de atentados y muertes, es otro de sus intocables.

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Los favores recibidos todavía se están pagando. Con Cuba, con ETA y con la Libia de Muamar Gadafi, las cuentas no se han cerrado pese al paso del tiempo para la coalición de gobierno en nuestro país y se continúa rindiendo pleitesía a los desmanes y asesinatos en base a una vieja y no perimida amistad. El último mojón de esta historia es la negativa del Movimiento de Participación Popular (MPP) a acompañar una declaración de condena a Libia -propuesta por sus socios del Partido Socialista y del Frente Líber Seregni- por la feroz represión a manifestantes -con bombardeos incluidos- que reclaman la renuncia del dictador Gadafi, en el poder desde el año 1969.

La vinculación y obsecuencia de ciertos sectores del oficialismo con Cuba es harto conocida. No en vano fue durante años el principal centro de instrucción de la guerrilla que asoló el continente y mantuvo estrecha relación con los comunistas vernáculos, que desfilaban -y desfilan- para rendir tributo a un régimen que desborda de opresión, que avasalla derechos, condena al silencio de las mazmorras a las voces disidentes, incluso hasta su muerte.

Nunca hubo una voz de censura contra la dictadura cubana, hiciera lo que hiciera desde que en 1959 Fidel y su paredón se encaramaron en el gobierno con aires de eternidad. Cómo iba a ocurrir eso si su suelo resultó un aula de posgrado en materia de terrorismo, por donde pasaron varios dirigentes del MLN de ayer y de hoy. Fue patéticamente deplorable la negativa del oficialismo uruguayo para condenar el asesinato de Orlando Zapata, el modesto albañil cubano que murió tras ochenta y cinco días de huelga de hambre. No tuvieron agallas o mínimas convicciones democráticas para decirle al gobierno de los Castro que esto era un feroz atropello a los derechos humanos, una insania que nuestro país no estaba dispuesto a tolerar en silencio, más allá de los favores recibidos en tiempos pasados por esa tiranía.

La banda terrorista de ETA, con más de 50 años de atentados y muertes, es otro de sus intocables. A la mayoría del Frente Amplio, que es la que decide -sería injusto incluir a la totalidad, aunque los demás callan y acatan- , no le importa que el rastro de sangre que ha dejado por España supere los 800 cadáveres y miles de mutilados y heridos. ¿Condenar la barbarie de ETA llevada adelante bajo gobiernos de cualquier signo? Jamás. ETA tiene una larga vinculación con el movimiento tupamaro. Lo reconoce Jorge Zabalza en su libro Cero a la izquierda y lo recoge Adolfo Garcé en Donde hubo fuego. Zabalza la define como «un movimiento revolucionario con el cual siempre practicamos la solidaridad internacionalista». Entre otras cosas «ellos contribuyeron a salvar las finanzas de CX 44 Radio Panamericana». Radio Panamericana fue la que utilizó el MLN para organizar y enardecer a los militantes durante los sucesos del Hospital Filtro (1994) y la extradición de tres etarras por decisión de la Justicia, que terminó con un ciudadano muerto. Entre las «donaciones» de ETA había, además, un ómnibus cargado de cócteles molotov y grampas miguelito.

¿Censurar a ETA? Imposible. Los favores recibidos, las amistades y la obsecuencia pesan mucho a la hora de las decisiones.

Y ahora tenemos a Gadafi, dictador de Libia con un pasado terrorista que asusta, que lleva 42 años en el poder y adonde concurrió hace algunos años un selecto grupo de delegados tupamaros a participar (no sabemos si hubo algo más) en ejercicios militares. El vendaval que se desencadenó en Túnez, barrió a Mubarak en Egipto, se extendió por toda la región: Argelia, Jordania, Arabia Saudita, Yemen, Bahrein y se instaló en Libia. La virulencia de la respuesta de Gadafi fue, sin lugar a dudas, el detonante de una explosiva confrontación. Aviones bombarderos y artillería pesada fueron algunos de los métodos que el dictador empleó contra los manifestantes, que costó la vida de miles de ciudadanos indefensos y llevó a que ciudades que lo apoyaban se alejaran de su lado. Todo bajo la consigna de que «quien no me ama, no merece vivir». ¿Republicano el hombre? ¿Cree en los derechos humanos o es un déspota miserable con una megalomanía delirante, y que además encabeza un régimen corrupto?

En el mundo, hubo pocos, pero hubo, que salieron en defensa de Gadafi. Tal vez porque piensan como él. Allí están, sin sorpresas, los apoyos de Fidel Castro, del ecuatoriano Rafael Correa, del nicaragüense Daniel Ortega y -elemental- de Hugo Chávez. ¡Faltaba más!

Ahora también tiene el apoyo del MPP y de la mano de él, del Frente Amplio, el partido del gobierno uruguayo. Hay silencios, no solo cómplices, sino también delatores.

Washington Beltran Storace, El País (Uruguay), 5/3/2011