JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 29/09/13
· Sin medias tintas Algo es constitucional o no lo es. Y sobre todo, el sujeto soberano es el pueblo español o es otra cosa.
TERCERA VÍA. Socialistas y nacionalistas democristianos han descubierto un lugar que equidista de la secesión y de la integridad territorial. Sin preguntarse por qué nadie se había instalado hasta ahora en ese páramo. Lamentamos informar a los señores Duran y Navarro (y de paso a la señora Valenciano) que entre la legalidad y su quiebra no hay zona intermedia. Se está en la ley o fuera de la ley. Algo es constitucional o no lo es. Y, sobre todo, el sujeto soberano es el pueblo español o es otra cosa. No se puede estar un poco embarazada, etc.
LA PREGUNTA. Como sabe el lector, el artefacto «derecho a decidir» es un hallazgo del movimiento nacionalista-secesionista al que el PSC se ha supeditado. Es otro nombre del derecho de autodeterminación. Se prefiere aquella advocación desde que descubrieron que la ONU aludía a partes de un imperio y ex colonias. El regalito dentro del nuevo paquete, con su lazo, no sorprenderá: el sujeto soberano es el pueblo catalán, que puede pronunciarse sobre si prefiere seguir en España o crear un Estado nuevo. Salvo ERC, que va de frente, el resto de invocadores catalanes del derecho a decidir aclaran por fin ahora su verdadera ambición: rediseñar España, refundarla y establecer un nuevo reparto del poder estatal. ¿Quiere usted la independencia, o bien mantenerse como ahora, o bien corregir la estructura territorial de España? La pregunta trampa es una petición de principio, implica que Cataluña tiene derecho a decidir el futuro de murcianos, gallegos, andaluces o cántabros.
EL AMOR A ESPAÑA. Te quiero pero me voy, dice Oriol Junqueras. Te quiero pero no me fío de tu Estado, dice Mas. Mi «yo» catalán cada vez quiere más a mi «yo» español. Lástima que yo no sea esquizofrénico. Sientan ustedes intensamente, exhiban sus sentimientos verdaderos o falsos en esta orgía interminable y obscena, tan ajena a la política ilustrada. Lo que no tiene un pase es que, en sede parlamentaria, sea el representante ordinario del Estado en Cataluña quien manifieste su desconfianza hacia aquello que representa. Porque, salvo que el Rey pise el Principado, aquí la máxima autoridad del Estado es el presidente de la Generalidad. Y desconfía. Sólo encuentro una explicación: Mas no puede creer en el Estado español porque piensa en sí mismo y en sus pactos.
EL CANDIDATO AFORTUNADO. En 2010, Alemania compró a un confidente un listado con centenares de clientes del Liechtenstein Global Trust Group que podrían haber evadido capitales. Entre ellos figuraba el hoy fallecido padre de Artur Mas, de cuyo depósito oculto sería «beneficiario» el líder de CiU según informe de la Agencia Tributaria. En el banco existía copia de su DNI. «No sé cómo ha llegado hasta allí», dijo Mas. Y también: «Las operaciones de mi padre le corresponden a él». Por vía de la fiscalía británica, los datos habían llegado a nuestra Fiscalía Anticorrupción, que presentó denuncia ante el juez Pedraz. Así que Mas concurría a las elecciones del 28 de noviembre de 2010 con un lastre que le obligaba a dar explicaciones.
LA CONFIANZA EN EL ESTADO. Diez días antes de las elecciones, la Fiscalía Anticorrupción instó el archivo de la causa, siendo Fiscal General del Estado Cándido Conde-Pumpido. A siete días de los comicios, Pedraz dio el asunto por prescrito, y sobreseyó. Imaginen que esta situación se hubiera dado en el Reino Unido, o en Alemania. El candidato habría tenido que dimitir con o sin prescripciones, y el timing judicial habría sido escrutado hasta sus últimos detalles. ¡Es lógico que el beneficiario de Estado tan bizcochable desconfíe de él!
JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 29/09/13