FERNANDO SAVATER, EL CORREO 29/06/13
· Para algunos la política siempre divide y encizaña, mientras que la ética es apostar por lo inmaculado. Así se desconoce por igual lo que es la ética y lo que es la política.
Que los acontecimientos en el País Vasco tienen desde hace décadas un sello peculiar, es cosa sabida. Lo que pasa aquí es siempre tan idiosincrásico y para juzgarlo adecuadamente hay que aplicar baremos tan especiales que el conjunto produciría a veces algo de risa si no diera casi siempre bastante miedo. Hemos tenido ocasión de comprobarlo otra vez con motivo de la despedida tributada a Gesto por la Paz, al abandonar las plazas públicas que con tan honrosa perseverancia ocuparon durante los peores momentos de las últimas décadas.
Que Gesto ha sido una iniciativa benemérita y digna de elogio por su resistencia civil a la barbarie etarra es algo que no puede negar nadie mínimamente decente. O sea que ha sido negado por bastantes en el País Vasco, antes y aún ahora, ya que no sobra la decencia entre nosotros pese a lo que la propaganda autocomplaciente quisiera hacernos creer. Iniciativas como las concentraciones silenciosas en lugares públicos muy visibles o el lazo azul fueron decisivas para avivar tantas almas dormidas y ‘marcaron tendencia’, como creo que se dice ahora. Ofrecieron una primera plataforma para expresar el rechazo a la violencia que pretendía perpetuar en la democracia el guerracivilismo de la dictadura. Y reunieron en sus actos a gente que pensábamos políticamente de modos distintos pero que coincidíamos en agradecer la oportunidad que se nos brindaba y por tanto en respetar las pautas que los convocantes pedían para ello. Algunos después, sin renegar de Gesto, nos incorporamos a otras iniciativas cívicas que prolongaban y completaban lo empezado por Gesto y que seguramente no habrían llegado a nacer sin su labor pionera.
De modo que ni la menor objeción a que se les despida con las salvas de ordenanza más honrosas, como es debido. Ni siquiera refunfuñaremos porque se hayan incorporado a esa celebración postrera representantes políticos de los partidos que les negaron el pan y la sal cuando iniciaron su andadura, es decir, cuando más falta hacía apoyarles. Acojámonos al refrán de que nunca es tarde si la dicha es buena… Pero lo que ya resulta más difícil de soportar con ecuanimidad es que algunos utilicen la despedida a Gesto por la Paz como vía insidiosa de minusvalorar o incluso descalificar a movimientos distintos que también cumplieron su función. Según ellos, como Gesto tuvo razón en lo que hizo, los demás no la tuvieron en hacer también otras cosas. Hasta el nivel de protesta de Gesto, todo bien (aunque no se lo parecía en su momento) pero los que después sacaron los pies del plato ya fueron sectarios y después empeoraron. Se empieza haciendo política como Foro de Ermua o Basta Ya y se acaba fundando UPyD, imagínense…
Uno de los rasgos de Gesto que torticeramente ahora se encomian como más excelentes es su opción por guardar silencio en las concentraciones de protesta. Fue una actitud desde luego respetable y quizá estratégicamente conveniente dadas las circunstancias atroces en que se inició el movimiento. Pero absolutizarla como la única digna es sencillamente ridículo o algo peor. Ahora que la indignación se ha puesto tan de moda, y no desgraciadamente sin motivos, no veo que los movimientos ciudadanos que más apoyos reciben (mediáticos y de los otros) se caractericen por permanecer estoicamente mudos ante los desafueros o abusos que denuncian. Gritan hasta enronquecer coreando lemas más o menos afortunados y a la opinión pública poco resignada no le parece nada mal, todo lo contrario. Supongo que nadie pretenderá convencernos ahora de que dar voces e incluso armar la zapatiesta (no me refiero aquí a escraches y cosas parecidas) sea algo útil y valiente frente a los recortes de derechos sociales o los desahucios y sin embargo un abuso sectario cuando se hizo contra quienes asesinaban a conciudadanos casi diariamente o para denunciar a los que les ‘comprendían’, les justificaban o se oponían de un modo u otro a cuantas medidas institucionales trataban de anular a la banda y sus servicios auxiliares civiles. Que algunos prefieran decir las cosas con su silencio no obliga a los demás a silenciar lo que quieren decir.
Otro de los elogios que se tributan ahora a Gesto es que su motivación fue permanentemente ética, no política. Para algunos la política siempre divide y encizaña, mientras que la ética es apostar por lo inmaculado. Así se desconoce por igual lo que es la ética y lo que es la política. Mucho de esto vemos también hoy en quienes promocionan el Plan de Paz y Convivencia desde una mera ‘valoración ética’ y reclaman a los políticos una actitud meramente ética y no política, como si alguien les hubiera elegido para semejante cosa. Lo diremos otra vez, por si sirve de algo: asesinar al prójimo es (o al menos debiera ser) un problema moral sólo para quien se plantea cometer el crimen. Para el resto de la ciudadanía impedir y castigar ese tipo delitos son una cuestión legal, no moral. Y si los delincuentes invocan razones políticas para sus crímenes, se plantea también la necesidad política de defender las instituciones vigentes agredidas y reivindicarlas valorativamente frente al terrorismo. En cuanto a la conciencia ética, que cada cual atienda a la suya porque es un producto perecedero que no se vende en envase familiar ni mucho menos social.
FERNANDO SAVATER, EL CORREO 29/06/13