EL CORREO 10/02/14
TONIA ETXARRI
· Si el PNV se conforma con el desarme, ETA seguirá sin disolverse
El PNV, pese a la hiperactividad del lehendakari Urkullu entre La Moncloa y la izquierda abertzale, los interlocutores políticos y el intercambio clandestino de documentos, no está consiguiendo transformar su poder político en capacidad de influencia. El Gobierno vasco no ha conseguido el «final ordenado» de ETA, se lamentaba hace unos días el portavoz de Ajuria Enea, Josu Erkoreka, cuando, en realidad, nadie podía esperar que el Ejecutivo de Urkullu fuera a asumir un papel de mediador cuando no existe negociación alguna entre una ETA desactivada y un Estado que sólo espera su disolución. Pero lo más novedoso, para el actual inquilino de Ajuria Enea, es su pérdida de influencia.
En su empeño por situarse en medio, entre el Estado obligado a aplicar la legalidad y quienes justifican la historia del terrorismo exigiendo un premio por haber dejado de matar, Iñigo Urkullu no está encontrando otro hueco que el de intérprete de la izquierda abertzale. Que es un papel que le encaja como un guante a su asesor Jonan Fernández. Pero que él tendría que estar en otros cometidos. Liderando el final de una ETA desactivada para matar pero reacia a desaparecer, por ejemplo. «Si interpreta los planes del entorno de la izquierda abertzale, es que los asume», dicen en La Moncloa, después de la entrevista que mantuvieron el presidente Rajoy y el lehendakari. Una reunión que, por haber estado revestida de tanta opacidad, ha dado lugar a dos versiones contrapuestas y a un enfrentamiento público entre la presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga y el jefe del Ejecutivo autónomo que denota la falta de cohesión en los partidos democráticos desde que el PNV ha decidido ofrecerse como guía de la izquierda abertzale en este laberinto.
Después de los últimos episodios, la única certeza que tiene el lehendakari es que no está influyendo. Ni en La Moncloa, ni en la izquierda abertzale. ¿Serán sus vaivenes o su secretismo lo que está provocando desconfianza en sus interlocutores? El caso es que Urkullu navega a merced de la corriente sin lograr modificar su curso. Después de que ETA vaya dejando pistas sobre su plan de reconversión en una plataforma más desde donde poder seguir influyendo, Patxi López no ha podido ser más claro. La banda «no puede participar en nada, sólo tiene que desaparecer». Un mensaje rotundo que ya no se oye a los dirigentes del PNV, centrados tan sólo en el desarme.
Que ETA mantiene su resistencia a disolverse, enrocada en el inmovilismo interesado para no desaparecer de la escena y seguir condicionando la política democrática, es una situación que muchos observadores daban por hecho desde hace meses. Después de constatar que el presidente Rajoy no piensa negociar la «paz por presos» hasta que la banda no se disuelva, ETA pretende ahora «colarse» en el debate político por la puerta principal. Ya dio la pista Patxi Zabaleta, coordinador de Aralar, la semana pasada, cuando habló de la refundación de ETA en una organización civil. Como si se tratara de una reconversión. Como si estuviéramos en los prolegómenos negociadores de la Transición. ¿Acaso quieren convertirse en una fundación? ¿Acaso la subvencionaría el Gobierno vasco, es decir, los ciudadanos? Hubo quién se lo tomó a broma.
Pero por ahí van las intenciones de quienes después de haber matado durante más de cuarenta años quieren seguir condicionando la política democrática. Vamos que en cuanto nos pongamos en Euskadi con el debate sobre el derecho a decidir, que está al caer, ETA quiere decir lo suyo. Y no están solos con EH Bildu. Porque el PNV, al haber dejado de reclamar la disolución de ETA, conformándose con su desarme, parece que quiere allanarles el terreno.
El entorno de la izquierda abertzale tiene atrapado al PNV desde que se manifestara con ellos por las calles de Bilbao, después de haber presentado su propuesta de paz a Sortu. Una movilización que resultó ser una reclamación tan atronadora de la amnistía para los presos de ETA que, horas después, el PNV tuvo que dar explicaciones a una ciudadanía que escuchaba unos mensajes y veía las imágenes que contradecían las palabras. Una manifestación que le ha servido ahora a ETA para emplazar al PNV a recorrer juntos la vía de las alianzas estables. Todo un ‘papelón’ para el lehendakari Urkullu que, a pesar de asegurar que no busca esa proximidad con los herederos de Batasuna, lo cierto es que los hechos revelan otra realidad bien diferente.
Los guiños constantes del PNV a EH Bildu en el Parlamento vasco (siguiendo la estela del mensaje de Egibar cuando sentenció que entre las dos fuerzas políticas no se iban a hacer daño) son muy elocuentes. Son los dos únicos grupos que quieren tirar adelante con la ponencia de paz. Una iniciativa, hoy por hoy, estancada porque el resto de grupos políticos de la oposición no quieren participan al no ver en EH Bildu una actitud de desmarque de ETA. Una petición que el PNV no la considera imprescindible para que la polémica ponencia empiece a trabajar. La dejación de los jeltzales en la exigencia a ETA para que se disuelva, conformándose con su desarme, le invalida para situarse en el inexistente campo neutral de la equidistancia.
Si alguien pensaba que el lehendakari iba a liderar la deconstrucción de ETA, se está equivocando. Si el PNV se conforma con el desarme, ETA seguirá sin disolverse. En el homenaje a Joseba Pagazaurtundua, asesinado hace 11 años, su hermana Maite dijo que «con este final de ETA nos rodea el fango de la manipulación de la historia».