Kepa Aulestia, DIARIO VASCO, 7/11/11
El miedo a la derecha hace tiempo que dejó de funcionar como argumento reactivo. Ahora no despierta inquietud ni que el PP pueda acaparar casi todo el poder político en España. Nunca un único partido había abarcado tanto en ayuntamientos, autonomías y, si los pronósticos aciertan, en las próximas Cortes. Un poder abrumador y sin contrapesos. Hasta el punto de que cabe preguntarse si los populares sabrán administrarlo. Aunque Rajoy no se siente obligado a responder a tal cuestión porque nadie se la ha planteado. ¿Para qué? Es como si su personalidad hubiese contagiado al país o él se hubiese mimetizado con la España del siglo XXI a la que apela.
De nada sirven los formalismos: ganará el PP y holgadamente. Pero ¿cuál de los dos? ¿El del Rajoy que se tomó el domingo libre o el de los entusiastas que le preceden en los mítines? ¿El del líder que esperaba sin prisas la convocatoria de elecciones o el de los segundos que venían exigiendo con impaciencia la disolución de las cámaras? Nadie podrá restarle méritos a Rajoy, pero tampoco podrá dirigirlo todo en primera persona. Gobernar es un aprendizaje al que el PP aspira tras demasiado tiempo de una oposición implacable a Zapatero, curiosamente atemperada en vísperas electorales. No le será fácil cambiar de registro, aunque tendrá que hacerlo de inmediato. De entrada se verá obligado a renunciar a la socorrida culpabilización de los socialistas para explicar el déficit público que hereden. Lo que tras las autonómicas y locales sirvió a los populares para estrechar el cerco al gobierno Zapatero generaría un efecto ‘a la griega’ porque pondría en cuestión la solvencia del país gobernado ya por Rajoy. De modo que éste tendrá que acallar las voces más revanchistas de su partido para que las distintas administraciones procedan en silencio con los recortes que darán por finalizado el paréntesis de la campaña electoral.
El poder político nunca se constriñe limitándose al ámbito que le es propio, el de las instituciones que emanan del voto popular. Se expande, y más cuando se encuentra sin contrapesos. Es el momento propicio para los entusiastas y los impacientes. Quienes se vean obligados a contener su fervor ideológico porque la consigna es «gobernar desde el centro y para todos» exigirán una compensación en términos de poder e influencia. Máxime en tiempos de escasez presupuestaria. Rajoy no cuenta con un modelo de gobierno autonómico que le sirva para diseñar el suyo nacional. Pero bien podría gobernar por delegación. La mano izquierda no tiene por qué admitir que sabe lo que hace la derecha. Se producirán movimientos en las cúpulas de las grandes empresas y entidades financieras, las réplicas del cambio se harán sentir en todos los rincones de la sociedad organizada, y las especulaciones versarán sobre el ‘quién es qué’ en el PP y poco más. Todo pivotará en torno a los equilibrios internos en un Partido Popular que se transformará en el ejercicio de un poder casi absoluto hasta escapar del control que inicialmente ejerza su presidente.
Rajoy se encontrará el 21 de noviembre con una oposición neutralizada curando sus propias heridas y dos fuerzas nacionalistas, CiU y PNV, esperando ser recibidas. ¿Cómo quedará este solar tras cuatro años de omnipotencia? Posiblemente dispuesto para otros cuatro años de omnipotencia. Porque un poder sin contrapesos obliga a sus oponentes a construir una alternativa también total.
Kepa Aulestia, DIARIO VASCO, 7/11/11