Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Las elecciones de ayer siguieron de cerca el guion de lo previsto. Triunfo claro del PNV, que es una máquina de ganar elecciones. Las gana cuando hay abstención y cuando hay participación, cuando llueve y cuando luce sol, cuando hace frío y cuando pega el calor. Lo tiene fácil para formar gobierno con un PSE sostenido, pero lo va a tener muy difícil para gobernar una legislatura de grandes dificultades. Su suerte será la de todos. Bildu lo hizo muy bien y se benefició del descalabro de Podemos, un partido que se ha convertido en un globo pinchado desde dentro. Los electores vascos le mandaron un recado a Pablo Iglesias y le enviaron al rincón de pensar… Debacle, una más, del PP, que ni encuentra su sitio en el País Vasco, ni tiene un discurso claro, ni un líder consistente y que sufre, como César, el ataque de su hijo Brutus/Vox (un nombre que queda muy bien en la comparación). Supongo que en Génova se consolarán con el enésimo triunfo de Feijóo en Galicia. Pero aquí, deberían hacérselo mirar. Tantos errores seguidos no son fruto del azar. Otros que se van al rincón de pensar…
También se esperaba una gran abstención y hubo una enorme abstención. Si a mí, que veo estas cosas con cierta distancia emotiva, se me hace duro pensar que casi la mitad de la población pasa de elegir a sus representantes, justo cuando han de solucionar los enormes problemas que nos esperan a la vuelta de la esquina, para los elegidos debería ser un motivo de profunda reflexión. ¿Cuál es la razón de semejante comportamiento? Pues, o a la gente no le importan nada las elecciones o no espera nada de ellas o ya sabía lo que iba a pasar y, al conocer el resultado, prefirió evitar el riesgo de un contagio en los alrededores de las urnas. No sé la solución, pero, en cualquier caso, esto no es normal, ni mucho menos.
Tendremos mañana el Gobierno que tuvimos ayer, solo que más reforzado y sin depender de nadie más. La alternativa del tripartito es posible, pero dudo de que el PSE caiga en esa trampa. No es lo mismo apoyar a Bildu en el País Vasco, que dejar que te apoye Bildu en Navarra. Urkullu no podrá descansar ni un solo día, porque la realidad no le va a dar el mínimo respiro. Tendrá que encontrar dinero para aliviar desgracias personales y para solucionar desastres empresariales. Deberá negociar con Madrid -eso se le da siempre muy bien-, pero antes Madrid deberá negociar con Bruselas y eso será más complicado. Y después tendrá que usar el Concierto. ¿Para apretar más los tipos o para ampliar más las bases imponibles? Esa es la gran cuestión.