Sin despejar dudas a los indecisos

EL MUNDO – 08/12/15 – VICTORIA PREGO

· El debate fue mejorando según pasaban los minutos. La primera parte resultó baldía porque versó sobre cuestiones económicas y fuera por el poco tiempo de que disponían los intervinientes, fuera porque muchos de ellos no podían precisar sus propuestas con solidez, discurrió entre vaguedades.

En consecuencia, la utilidad del debate de ayer en su primera parte se limitó a proporcionar al espectador la impresión de cuál de los contendientes se comportaba con más soltura. Y en ese sentido fueron Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría quienes dominaron la escena sobre los otros dos interlocutores.

Sorprendentemente, Mariano Rajoy, el ausente, no estuvo tan citado en la discusión como habría sido previsible. Estaban demasiado preocupados en colocar sus mensajes y dejaron pasar con frecuencia la oportunidad de hacer pagar electoralmente al presidente del Gobierno su decisión de hacerse sustituir por su número dos. Sáenz de Santamaría cubrió su hueco con amplitud y logró que no se echara excesivamente de menos a su jefe.

No estuvo nada mal en el debate Pablo Iglesias, que demostró una larga práctica en su encuentro con los platós de televisión. Cayó en tentaciones demagógicas, pero no tantas como exhibió Pedro Sánchez, que fue probablemente el más flojo de los cuatro.

Cuando el debate entró en el terreno de la pura política, el interés de la discusión subió varios enteros y ahí pudimos ver a los participantes entrar en el terreno de las interrupciones y habilitar así unos sucesivos cara a cara en los que cada uno ofreció lo mejor de sí mismo. Eso pasó cuando se abordó el grave problema del fracaso de la política educativa en España, cuando se entró en el terreno de la corrupción –en el que la vicepresidenta del Gobierno se mostró más incómoda– y cuando se abordó el desafío político planteado por los independentistas catalanes.

En general todos se atacaron entre sí. Quizá hubo más enganche entre el líder socialista y el de Podemos, lo cual tiene su lógica porque el PSOE está intentando que no se le escapen por la izquierda los votos de los que se está nutriendo la formación de Pablo Iglesias, pero no se puede decir que haya habido un claro payaso de las bofetadas como sin duda habría ocurrido de haber estado Mariano Rajoy físicamente presente en el debate.

No es probable que ninguno de los participantes le haya dado un vuelco a sus perspectivas electorales, pero tampoco lo es que alguno de los cuatro haya perdido apoyos por culpa de su actuación. Eso significa que lo sucedido ayer no despejó las dudas que los indecisos, que aún persisten según los sondeos, sigan teniendo, pero fue muy de agradecer el hecho mismo de la celebración de este tipo de encuentros electorales porque permiten a los españoles escuchar a los candidatos en un formato que huyó con acierto de los encorsetamientos a que nos tenían acostumbrados en elecciones anteriores. Ana Pastor y Vicente Vallés hicieron un excelente papel, se comportaron como lo que son: dos profesionales impecables. Así pues, bienvenidos los debates de esta naturaleza aunque no sirvan para designar a un ganador.

EL MUNDO – 08/12/15 – VICTORIA PREGO