JOSEBA ARREGUI-El Correo

  • La jibarización cultural hace daño a lo que se desea defender ardientemente

Antes era Dios, Patria y Rey el eslogan que guiaba a nuestros no tan antepasados carlistas que defendían los fueros y los veían entroncados en una España del Antiguo Régimen. Ahora somos -nos dicen- modernos, progresistas, de izquierda, más liberales que los cristinos, socialdemócratas y lo que se lleve en la moda de la corrección política. Eso sí, seguimos con el anhelo de pureza y homogeneidad que tanta sangre nos ha costado. En eso no ha cambiado nada.

Podemos propone que el lehendakari no nombre a Dios al jurar el cargo. Y no creo que lo haga por seguir el mandamiento católico de no usar el nombre de Dios en vano ni por estar de acuerdo con el mandato de Jesús de que debe bastar el ‘sí’ sin recurrir a ningún juramento. Es probable que crea que dejar de nombrar a Dios en un acto público sea lo único que falta para conseguir la verdadera liberación humana. Pero en esa creencia olvida que dos regímenes que eran ateos explícitos por convicción fueron los más criminales de la historia de la humanidad; es decir, que en lugar de alcanzar liberación alguna infringieron inolvidables sufrimientos a sus ciudadanos. Como decía Tony Judt, fueron regímenes en guerra contra sus propias sociedades. También pretende que ningún representante institucional asista a ceremonias religiosas en función de su cargo. Eliminar el nombre de Dios de la esfera pública, esconder toda referencia religiosa, debe ser el máximo de democracia alcanzable para ese partido. Olvida que la negación de la religión y de Dios no ha evitado el recurso a dogmas y creencias absolutas tanto o más peligrosas que la religión cuando se celebran en el contexto de creer haberse liberado de todo vestigio de absolutismo.

Viene de antiguo la creencia de muchos vascos de que es posible tener Estatuto de Autonomía sin tener Constitución española. Me imagino que ningún parlamentario vasco pensará que su ejercicio de poder legislativo no está sometido a Derecho, pero el Parlamento no clarifica a qué Derecho se someten sus miembros cuando juran o aceptan el cargo. Debe ser maravilloso vivir en el limbo jurídico en el que uno puede sentirse poderoso sin limitación alguna. El limbo de la potencialidad absoluta que juega con poder recurrir a la constitucionalización de los derechos en la Constitución española que abre el camino a la interpretación más acorde con cualquier nacionalismo radical, obviando que en la misma disposición adicional se dice que la actualización de los derechos históricos se hará en el marco de la Constitución.

Pero qué bonito y satisfactorio es creer que es el conjunto de la Constitución española la que debe ser leída desde la lógica del primer punto de la disposición adicional, olvidando el segundo punto referido, y no la disposición adicional en la lógica del conjunto de la Constitución española. ¡Qué bonito es el juego en el que, como los niños, uno puede poner las reglas sin tener en cuenta más que sus propios deseos y sueños!

Y ahora viene un concejal del Ayuntamiento de San Sebastián, en tiempos llamada también la Bella Easo, diciendo que es preciso euskaldunizar el paisaje urbano de la ciudad hasta conseguir que el castellano no forme parte importante de él. Seguro que cuando hablen de ecología y medio ambiente defenderán ardientemente el bosque mixto en contra del monocultivo del pino insignis; seguro que, preocupados por el calentamiento global, argumentan con el peligro que tiene para la diversidad de las especies. Pero si se trata del medio social, urbano y cultural de su ciudad quieren eliminar todo lo que ponga en peligro el monocultivo de su lengua propia, suprimiendo todos los vestigios que recuerden que el castellano es también lengua propia de San Sebastián, llámense Pío Baroja, Luis Martín Santos, Xavier Zubiri, Juan Zaragüeta, Luisa Etxenike y tantos y tantos otros que han dignificado el nombre de San Sebastián.

Se puede leer y admirar obras como ‘Martutene’ y ‘Lili eta biok’ de Ramón Saizarbitoria sin renunciar a ‘Patria’ de Fernando Aramburu. El bosque que es una ciudad viva puede ser tan mixto como un bosque de árboles; y cuanto más mixto, más rico para los hombres. La jibarización lingüística y cultural no conduce más que al empobrecimiento y termina haciendo daño a aquello que se desea defender y promover ardientemente. Es verdad que hay amores que matan. Pero, por encima de todo, algunos siguen sin percatarse de que se mantienen en lo que se ha analizado y descrito como políticas de persecución, algunas de cuyas consecuencias decimos que es necesario guardar, pero que no hemos interiorizado de verdad sabiendo como debiéramos saber que implican la negación del otro, del impuro, de la mezcla y el pluralismo en nombre de lo propio homogéneo.