Sin foto ni firma

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El CORREO

El Gobierno disfrutó ayer de un gran día. El Congreso le aprobó los Presupuestos para el 2022 y él se autorratificó en el acuerdo que modifica la reforma laboral del PP. Lo primero le garantiza el suministro de oxígeno necesario para agotar la legislatura; y lo segundo deberá trabajarlo aún más en el Congreso para convertir en Ley lo aceptado a tres bandas. Un acuerdo aún no firmado y que no tendrá su foto de gala, porque la patronal no se fía del resultado de las intrincadas componendas parlamentarias que se avecinan, lo cual es un comportamiento de sana y obligada prudencia.

No será un trámite, sino un camino erizado de espinas, aunque parte de la oposición inicial se va diluyendo con los días, supongo que gracias a la nunca bien ponderada generosidad del presidente. Pero hay un problema. Antonio Garamendi no puede ni quiere cambiar una sola coma del texto y tanto ERC como EH Bildu se niegan a aprobarlo en su redacción actual. Alguien deberá ceder y ese alguien tendrán que ser los partidos que le apoyan. ¿Qué lentejas pondrá en el plato para convencerles?

El tránsito parlamentario no será un trámite, sino un camino de espinas

Hay que sumar. Vox se opone porque no podía dejar pasar una oportunidad como esta de mostrar distancias. El PP lo hace porque compara su antigua regulación con el acuerdo actual, que lo empeora, y no con la que hubiese alumbrado la materialización de las verdaderas e iniciales intenciones de Yolanda Díaz. Y sus socios de legislatura se oponen porque comparan las promesas hechas por Pedro Sánchez con el contenido final, del cual se alejan tantas millas que no serían reconocibles ni por el telescopio James Webb, puesto en el espacio esta misma semana. Sin embargo, da la impresión de que la oposición inicial del PNV empieza a resquebrajarse -las lentejas son parte fundamental de su dieta alimenticia- y hasta Ciudadanos podría recibir una señal del cielo y colaborar en el éxito final. Obviamente, Podemos no se acuerda de lo que dijo ni de cuándo lo dijo, lo que permite a Pablo Echenique predicar las bondades del cambio de dogma.

Con este panorama, la aprobación en el Congreso será un éxito indudable y un alarde de contorsionismo. Otro. Por si alguno lo había olvidado, la vicepresidenta segunda sacó ayer del armario su lenguaje más grandilocuente y recordó que el acuerdo tiene el apoyo de empresarios y sindicatos. Un argumento de peso que debería forzar una reflexión serena a todos los que se oponen a él, con la vana pretensión de ser más papistas que el propio Papa.