FÉLIX MONTERO-EL CORREO

  • La economía y la mejora de la vida de la gente determinarán las elecciones. Si el Gobierno quiere sobrevivir debe trabajar

Si el Gobierno de coalición pierde las siguientes elecciones, será únicamente su responsabilidad. Convendría que el Ejecutivo dejara de enfatizar su animadversión hacia las eléctricas, los medios de comunicación o el otro socio de Gabinete y tomara la iniciativa. Con la correlación de fuerzas existente en el Congreso y el giro neokeynesiano europeo para afrontar la crisis derivada de la pandemia, el Gobierno lo tiene todo a favor para abordar los retos políticos en clave verde, distributiva y feminista. Por lo tanto, cabría esperar que dejara a un lado las improvisaciones y el nadar a contracorriente para empezar a gobernar. Mantener la gobernabilidad bajo el leit motiv de ‘que viene Vox’ ya ha caducado.

Es inconcebible que, mientras todos los líderes políticos mundiales comparecían para fijar posiciones sobre la ofensiva talibán en Afganistán, en España nos tuviéramos que conformar con un tuit del presidente desde su residencia veraniega. Pero también lo es que Pedro Sánchez acogiera el ‘Aquarius’ y ahora realice deportaciones masivas de menores a Marruecos, en detrimento de la legislación española y los convenios internacionales. Tampoco es sencillo de explicar que, mientras se apuesta por un futuro verde en los Objetivos de Desarrollo Sostenible o el Plan 2050, se nieguen evidencias científicas como que los aviones de la nueva terminal del Prat dispararían las emisiones de CO2 o que la imbatible industria ganadera genera gases de efecto invernadero.

El progresismo patrio ha padecido durante años una contradicción que enfrentaba lo moral y la pureza ideológica frente a lo factible y realista. Sin embargo, una vez que todo el espectro izquierdista ha asumido la ideología socialdemócrata y el viento sopla a favor, uno esperaría que las políticas que se desmarcaran de lo visto durante los años populares no se limitaran a alumbramientos eventuales. La falta de determinación sorprende aún más cuando Joe Biden camina hacia una revolución fiscal, la Unión Europea acomete la mayor inyección de dinero público en la historia reciente española y los partidos verdes se dibujan como alternativa en numerosos países europeos.

En un clima de agotamiento político generalizado, y enfatizado por la pandemia, la gente necesita soluciones y no problemas. Los constantes conflictos entre el Partido Socialista y Unidas Podemos solo contribuyen a acrecentar la distancia entre la ciudadanía y la política. Al ciudadano medio no le importa quién deshace el tarifazo eléctrico o qué partido se cuelga la medalla de armonizar el mercado inmobiliario; le interesa disponer de seguridades vitales, y cuanto antes, mejor. Si un Gobierno que se esfuerza por recordar en cada intervención pública su magnánimo progresismo no es capaz de regular aspectos concebidos como normales en otras democracia europeas, que no mire a otro lado si no sale reelegido.

Por mucho que los cantos de sirena de Unidas Podemos quieran negarlo: están en un Gobierno de coalición y deben asumirlo. Las lamentaciones constantes por la incapacidad de llevar adelante sus propuestas no deberían suplirlas con un ‘lo hemos intentado’ condescendiente, autocomplaciente y paternalista hacia su electorado. Sería interesante que alguien de Podemos explicara alguna vez para un público adulto por qué pasaron de ‘asaltar los cielos’ a ‘cabalgar contradicciones’. Si lo hace, por favor, que verifique cuánto aguanta el caballo.

La ciudadanía está preocupada ‘por las cosas de comer’. Es este el motivo por el que Yolanda Díaz y Nadia Calviño -las dos caras económicas del Gobierno- son las ministras mejor valoradas en cada sondeo que se publica. Esto no significa que las leyes que velan por los derechos sociales no sean importantes, todo lo contrario: la sociedad del futuro debe construirse desde el respeto a la diversidad. Pero lo que no puede hacer un Gobierno es recurrir a guerras culturales, con un coste político bajo en una sociedad como la española, para huir de las grandes reformas que España necesita. Hay un país más allá de Malasaña, el barrio de Gràcia y el muelle de Marzana.

Los fondos europeos deben contribuir a atajar problemas crónicos que España lleva arrastrando décadas. Reducir el desempleo juvenil, una reindustrialización verde y trabajar un equilibrio territorial tiene que ser prioritario. Existe un consenso amplio para caminar hacia una distribución de riqueza y recursos más equitativa que se pueda ajustar a los estándares europeos. Es ahora o nunca, y para ello el Gobierno debe actuar como tal y retomar la iniciativa. Es la economía, y la capacidad de esta para mejorar la vida de la gente, lo que va a determinar las siguientes elecciones. Y, si Sánchez quiere sobrevivir, es necesario que el Ejecutivo trabaje y no se encomiende a relatos heroicos. Aunque un chuletón al punto esté imbatible.