Alberto Ayala, EL CORREO, 26/4/12
El PNV es absolutamente consciente de que se halla en puertas de unas elecciones –las próximas autonómicas– que para ellos van a ser algo así como ‘la madre de todas las batallas’. Ocurrió con los primeros comicios democráticos tras la larga noche de la dictadura franquista y se repitió en 1986 después de la escisión de los seguidores de Carlos Garaikoetxea que dio origen a Eusko Alkartasuna. Ahora, como entonces, los jeltzales parecen dispuestos a jugar fuerte, a arriesgar, para evitar el temido ‘sorpaso’ de la izquierda abertzale. Una palabra cuya sola mención origina escalofríos en Sabin Etxea. Y para muestra un par de botones en apenas ocho días.
El martes de la semana pasada, en plena escandalera por el desafortunado viaje de caza del Rey a Botsuana, el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, apostaba sin medias tintas por la abolición de la Monarquía. Era la primera vez que lo hacía. El epílogo a tres décadas de pragmatismo y no beligerancia del nacionalismo institucional vasco con la Casa Real. Los jeltzales completaban ayer viaje al firmar una iniciativa con Aralar en el Parlamento vasco para instar al Rey a reconocer el daño que causó el bombardeo de Gernika. El texto decayó por el veto de PSE, PP y UPYD
Unas horas antes le tocaba a otro pilar del Estado, el Ejército, este sí tradicionalmente en el punto de mira de las fuerzas abertzales. Unas maniobras el martes en Elgeta, víspera del 75 aniversario de la ocupación del municipio por las tropas franquistas, servía a quien se perfila como candidato peneuvista a lehendakari para arremeter contra las Fuerzas Armadas. Puede que la prudencia aconsejara que los militares hubieran elegido otra fecha u otro escenario para ejercitarse, pero ello no justifica el totum revolutum. Quienes protagonizaron las maniobras no son unas fuerzas sublevadas contra los legítimos poderes del Estado, sino profesionales de un Ejército al servicio de un Estado moderno, plural y democrático.
El PNV siempre ha sido extremadamente cuidadoso tanto en el diseño de su estrategia política, como en el cultivo de sus dos almas, la moderada y la más radical. Esas dos sensibilidades cuya existencia niegan con vehemencia los burukides cuando ven que sirve de argumento para reprochar al partido ciertas indefiniciones. Pero que luego Azkuna, de un lado, o Egibar, de otro, se apresuran a explotar para captar votantes pragmáticos e independentistas.
Urkullu ha optado por escorarse y, como presidente del EBB y precandidato a lehendakari, ha escorado con él al PNV. Puede que los jeltzales, que nunca han ocultado ni su ideario soberanista ni sus deseos de que la bandera de Euskadi ondee un día en pie de igualdad junto a las de los demás estados miembros de la Unión Europea, se hayan decidido a hacerlo tras llegar a la conclusión de que el Estado vive horas de debilidad, cercado por la crisis y convulsionado por la tormenta real. O simplemente que entiendan que es momento de atravesar algunas líneas para cerrar potenciales vías de agua de cara a las elecciones.
De ser así, los jeltzales demostrarían sentirse bastante seguros de que los recortes de Rajoy les ponen muy fácil –o al menos no demasiado difícil– conservar o pescar en el caladero de los votantes más moderados aunque radicalicen su discurso. Y/o que empiezan a percibir que la izquierda abertzale amenaza seriamente la embarcación por el flanco soberanista. Movimiento arriesgado en cualquier caso el de Urkullu y su equipo cuyo acierto o desacierto sancionarán las urnas.
Alberto Ayala, EL CORREO, 26/4/12