Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/11/11
El PP aprovecha la ola nacional para unirse, por primera vez en Euskadi, al grupo de favoritos y castiga al PSE – La pelea con Amaiur en Álava, clave para el PNV
En Euskadi, los partidos mayoritarios contienen la respiración. Nadie pone la mano en el fuego por asegurar cuál será su resultado, mañana, en las elecciones más inéditas -la violencia de ETA ya no existe- y apretadas -las combinaciones de partidos impiden la comparación real- que se recuerdan. La campaña se cerró anoche, con absoluta normalidad, y, por supuesto, sin indicio alguno que pudiera despejar la incógnita sobre el reparto de los 18 diputados que se disputan las cuatro principales fuerzas políticas -PSE, PNV, PP y Amaiur- en los tres territorios.
Las diferencias son tan exiguas en las múltiples encuestas cruzadas hasta ayer, que ninguno de los partidos con representación asegurada en el Congreso desde Euskadi se atreven a distribuir los escaños. Incluso, el factor participación también se antoja aleatorio en esta ocasión, aunque en los últimos días se augura una menor abstención. De hecho, las dudas sobre cuál será la asignación de los restos eleva la incertidumbre, que adquiere un mayor dramatismo en Álava porque se presupone una batalla por el último voto entre PNV y Amaiur.
A este novedoso reequilibrio entre las fuerzas vascas ha contribuido de manera determinante el vendaval nacional que proyecta las opciones del PP y que le sitúan en una horquilla de 4-5 diputados, cuando hasta ahora se veía relegada a 3 escaños. En paralelo, por primera vez se asistirá a la presencia de la izquierda abertzale en unas elecciones generales bajo la convicción de su apuesta por las vías políticas y, además, sustentada por la ausencia del terrorismo de ETA. Con estos dos elementos tan determinantes, el tablero vasco encara una pelea desigual porque vienen condicionadas por el previsible hundimiento socialista y así ensancha las opciones del resto.
A pesar de la incertidumbre comúnmente admitida, existe la misma coincidencia en asignar como vencedor en cada uno de los tres territorios a quien ya lo fue en las recientes elecciones locales y forales del 22-M (Bildu, en Gipuzkoa; PNV, en Bizkaia y PP, en Álava). Eso sí, a partir de ahí, las conjeturas se apoderan de los pronósticos porque al detectarse diferencias tan pequeñas, los resultados finales son pura especulación. Como admitía ayer un candidato «hasta el último momento del escrutinio puedes pasar de ganar dos a perder dos y en tan poca diferencia de votos puedes pasar de un triunfo a verlo como derrota».
En estas elecciones, el morbo habitual por predecir quién será el ganador se ve, incluso, hasta suplantado por la sugestión que provoca la pelea entre PNV y Amaiur (Bildu más Aralar), sobre todo en el marco de un nuevo escenario político. La posibilidad real de que la presencia de una izquierda abertzale reconvertida democráticamente pueda privar de grupo propio en el Congreso a los nacionalistas es asumida en el juego político. De esta manera se configura otra variable hasta ahora impensable en la foto de situación de los principales partidos.
Todo hace indicar que Álava aflora como el exponente de esta pugna electoral entre PNV y Amaiur, que ha sido una constante hasta el último grito de la campaña. Los nacionalistas ven peligrar en exceso el escaño ya tradicional en las cinco últimas legislaturas de Emilio Olabarria y así podría explicarse cómo Iñigo Urkullu, presidente del partido, se ha volcado con este territorio en una decidida tarea por recuperar el tono diluido por culpa de los escándalos del caso De Miguel, la pérdida de poder en la Diputación de Álava y la apuesta política de la izquierda abertzale. Incluso, este pulso se podría trasladar a Bizkaia, donde el PNV consolidaría su tercer escaño siempre que Amaiur no llegue al segundo.
En Gipuzkoa, en cambio, los nacionalistas fijan su rival directo en el PSE y mucho más en las posibilidades de que el PSE-EE se lleve dos diputados porque eso castigaría otra vez al PNV tras las elecciones locales, que le dejaron sin el poder foral. Eso sí, Joseba Egibar da por perdida la guerra con Bildu-Amaiur porque sabe de su inferioridad y así se explica que en el último día de campaña se centrara en hostigar a los socialistas.
Pero para hablar de incertidumbre, el PSE-EE. Los socialistas creen, de entrada, que derrotarán a las encuestas más agoreras. Parten del convencimiento de que en Euskadi se presupone un voto más ideologizado, donde la izquierda sabe lo que significa la derecha; pero no se atreven a predecir el porcentaje de votantes que les mantienen el castigo de las elecciones del 22-M. La prueba del nueve estará en Gipuzkoa. Odón Elorza se afana en decir a los suyos que el excesivo castigo de entonces solo ha beneficiado a Bildu.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/11/11