Sincronías

Jon Juaristi, ABC, 10/7/2011

Tristes sincronías las nuestras, en las que se dan cita los europeísmos de chicha y nabo con el olvido de la memoria de los orígenes —éstos, sí, sincrónicos y orgánicos— de una identidad ancestral a la vez española y europea, porque España fue fruto de aquel primer Renacimiento de Europa.

SORPRENDEN, y a veces inquietan, ciertas sincronías, simultaneidades o coincidencias espaciotemporales de acontecimientos que, aparentemente, no tienen entre sí otro nexo que el de la justicia poética. Por ejemplo, la concesión a San Sebastián de la capitalidad cultural europea para 2016 y el robo del Codex Calixtinusdel archivo de la catedral de Santiago de Compostela.

Como recordaba Luis Alberto de Cuenca en este periódico, el pasado viernes, el Codex Calixtinus tiene mucho que ver con España, pero su contenido no es español de origen. Fue copia compostelana, realizada a mediados del siglo XII, de textos creados en honor de Santiago por franceses y en Francia: el llamado Liber Sancti Iacobi, cuando el camino del Apóstol era, ante todo, el Camino Francés, porque franceses —o sea, franceses de oil y de oc, y puede que algún bretón— formaban el grueso de los peregrinos que lo recorrían. Entre ellos anduvo Aymeric (Emerico) Picaud, autor del Iter pro peregrinis ad Compostellam, la primera guía conocida del Camino, que se recoge en el Codex. Quizá se sentó a escribirla, a su regreso de Santiago, en una posada de francos de la parte de Estella, resguardado por sus paisanos de la incómoda vecindad de los vascones, a los que detestaba. Con todo, Aymeric, que cuenta barbaridades de los vascos, fue también el primer recopilador de un vocabulario eusquérico con sus equivalencias latinas. Pequeño, mínimo, pero interesantísimo.

El Liber Sancti Iacobi, con sus cantos jacobeos, su vida de Santiago, la carta del Papa Calixto II que refrenda el culto sepulcral al Hijo del Trueno y la guía de peregrinos de Picaud, constituye el acta de nacimiento de Europa o, por lo menos, de la Europa románica, una identidad cultural y religiosa que superaba el ensimismamiento de los primitivos reinos medievales y soldaba España a su destino continental. La otra parte del Codex, la leyenda épica de Carlomagno y Roldán atribuida al apócrifo obispo Turpin (otro de los Doce Pares), venía a ser un tardío testimonio del ya desvanecido sueño carolingio, el proyecto de un imperio europeo que incluyera a España. La Historiadel Pseudo-Turpín es un vestigio de lo que Erwin Panofsky llamó el Primer Renacimiento Europeo, cuando España regresó a la imaginación europea gracias a las canciones de gesta francesas, que levantaron el mapa del Camino Español entre Roncesvalles y la mítica ciudad sumergida de Lucerna. Con el tiempo, los españoles nos apropiaríamos incluso de la Sajonia carolingia, convirtiéndola en nuestra Sansueña, la de Amadís, el Romancero y el Quijote.

Tristes sincronías las nuestras, en las que se dan cita los europeísmos de chicha y nabo con el olvido de la memoria de los orígenes —éstos, sí, sincrónicos y orgánicos— de una identidad ancestral a la vez española y europea, porque España fue fruto de aquel primer Renacimiento de Europa. Y lo que es el corolario trágico del olvido, la incuria de la memoria material, del patrimonio monumental de la nación, pésimamente custodiado, como se ha visto, en el caso del Codex Calixtinus. Lo que no se aprecia de verdad acaba descuidándose y se pierde, sin que puedan evitarlo las capitalidades culturales de relumbrón con todas sus justificaciones políticas.

Jon Juaristi, ABC, 10/7/2011