Singulares ocurrencias

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 08/10/13

¿Desde cuándo es el trato singular a un territorio un valor en sí mismo, algo ontológicamente positivo, algo deseable?

Hace un año largo, Mas fue a buscar entusiasmado su «no» al pacto fiscal. Lo obtuvo lanzando ultimatos a Rajoy. Sabido es que el nacionalismo creía poder explotar tal coup de théâtre anticipando elecciones y alcanzando la mayoría absoluta con su campaña de Moisés en el Mar Rojo. Los publicistas se pasaron con el Photoshop y le pusieron unos brazos de dos metros y medio, originando una cierta inquietud en el votante y propiciando perversas interpretaciones. No menos conocido es el trompazo que se pegó CiU, su actual dependencia de ERC, su empecinamiento secesionista y el reciente truco del almendruco del adlátere Duran, una vía intermedia entre lo legal y lo ilegal.

Son creativos, pero ya no sorprenden. Lo raro, lo inexplicable, es la cantidad de adversarios políticos que se empeñan en salvarle la cara al fracasado, en encontrarle una salida digna instando a Rajoy a reconocer ahora lo que de entrada le negó. Pero si había que acabar tragando, ¿no era mejor hacerlo de entrada y ahorrarnos toda esta energía? ¿Cree alguien de verdad que esta lógica implacable, y literal, no presidirá todos los análisis políticos?

Artur Mas renunció al pacto fiscal y, de paso, a la posibilidad de cualquier arreglo con lo que él llama España y que en realidad es la Administración del Estado. Pero cuanto más se aleja de nosotros el economista asilvestrado, con mayor zalamería le «tienden puentes», le ofrecen gratis total lo que desdeñó. Da un poco de vergüenza tanta flojera de Estado. La ocurrencia preferida del PPC es la singularidad. Pero ¿desde cuándo es el trato singular a un territorio un valor en sí mismo, algo ontológicamente positivo, algo deseable?

Se puede, y se debe, reclamar trato justo, que es trato equitativo. Cabe exigir recursos suficientes para subvenir a las necesidades de los ciudadanos en el ámbito competencial de la administración concernida, que es, en este caso, la autonómica. Pero, ¿a cuento de qué tendríamos que bendecir un trato «singular»? Singular puede ser peor. Reducir al mínimo la inversión infraestructural en Cataluña no deja de ser un trato singular. ¿A que los nacionalistas y sus apaciguadores no se referían a eso?

De lo que hablamos es de privilegios. Fuera caretas. Porque todos los objetivos barajados por la presidenta del PPC en materia de financiación se pueden alcanzar dentro del régimen general; bastará con introducir en la norma el principio de ordinalidad y el carácter finalista de la solidaridad interterritorial. ¿En qué me beneficia, como catalán, la singularidad per se? Con un concierto a la vasca o un convenio a la navarra, entiendo el beneficio. Dígase entonces, aclárese. Ánimo, que nadie acusa de poca españolidad a los populares y socialistas de aquellos pagos cuando defienden su privilegio. En cuanto a la determinación finalista de las partidas, soy el primero en reivindicarla. En todos los casos. Empezando por el Fondo de Liquidez Autonómica.

JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 08/10/13