Sistema

ENRIC GONZÁLEZ – EL MUNDO – 28/05/16

· Seguimos dándole vueltas al sistema y a sus enemigos. Se trata de una actividad imprecisa y descansada, como mirar las nubes, porque no sabemos siquiera a qué nos referimos cuando hablamos del sistema. Echen un vistazo al diccionario para comprobar la cantidad de acepciones. ¿Qué es el sistema? ¿El capitalismo en general? ¿Su variante neoliberal? ¿La democracia representativa? ¿Florentino Pérez? Y en cualquier caso, ¿cuáles son las alternativas?

Con frecuencia confundimos los defectos del sistema, sea cual sea el significado que le atribuimos al término, con el conjunto del mismo. Porque el mismo sistema que criticamos por muchas razones es el que nos permite acceder a una pensión, a un quirófano, a unas carreteras en las que casi nadie conduce contra dirección, a una policía que casi nunca exige un soborno para actuar, a unas escuelas mediocres pero existentes. Se trata de cosas a las que no queremos renunciar y que alguien, dentro del sistema, paga.

Aún no sabiendo de qué hablamos cuando hablamos de sistema, sabemos que no existe un modelo único. España, más o menos enganchada al eje económico neoliberal, constituye dentro de la Unión Europea un ejemplo de ineficiencia económica y de corrupción excesiva; a la vez, es un paradigma de altas libertades cívicas (pese a la ley mordaza y otras) y alta tolerancia. Polonia o Suecia, no digamos Singapur, son cosas distintas, aunque sus mecanismos sistémicos se parezcan.

No creo que haya mucha gente realmente contraria a eso que llamamos sistema. Sí hay muchos que abusan de él. Los chavales que vuelcan coches en el barrio barcelonés de Gràcia son puro sistema, incluso cuando utilizan locales que no paga el contribuyente, y también son sistema los magnates mafiosos que nos hacen pagar por sus desmanes. Evidentemente, salen más caros los magnates (no confundir con los buenos empresarios) y nos causan mayores perjuicios, pero no suelen montar, como los chavales que se consideran antisistema, broncas nocturnas por la calle. Cada cual simpatiza con unos o con otros, según sus prejuicios y sus circunstancias.

Quienes critican algo tan genérico como el sistema o apelan a la supuesta sabiduría y autoridad de la gente me parecen tan creíbles como Mariano Rajoy cuando intenta convencernos de que la última defensa del sistema es él mismo: mentiras y demagogia. Conviene juzgar según los hechos, por paradójicos que resulten. Como el hecho de que Ada Colau sea ahora mismo la mejor alcaldesa posible para una ciudad imposible como Barcelona.