PEDRO CHACÓN-EL CORREO

  • Es el nacionalismo, asociado con la izquierda, el que quiere que los centros superiores puedan posicionarse públicamente a su favor

La declaración de más de mil profesores universitarios exigiendo la retirada del artículo 45.2.g del proyecto de Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), que permitirá que los claustros universitarios puedan debatir, y en su caso posicionarse, sobre cuestiones políticas, y a la que, por supuesto, me sumo desde aquí, creo que adolece de algo difícilmente subsanable cuando se posee y que sobreviene, normalmente, conforme vas cumpliendo años: el sentido común.

Y digo adolece porque cuando te das cuenta de que funcionas con esos parámetros lo habitual es que sea por algo que ya no tiene remedio: te estás haciendo mayor. Las crónicas que informan de este manifiesto universitario resaltan que en él hay más de un tercio de catedráticos, queriendo así darle una prestancia y un fundamento a lo que ahí se propone. Pero yo diría que la cosa, más que de que haya muchos catedráticos, que además es una condición que también se adquiere con la edad (salvo excepciones excelentes y por eso mismo puntuales), va de sentido común: la universidad está para pensar, para debatir, para razonar, para dudar, no para afirmar categóricamente nada.

Fijémonos, por el contrario, en la diputada que ha salido a decir eso que ha soliviantado tanto a los del manifiesto y con razón: que con ese artículo ya no se podrá impedir la libertad de expresión en la universidad, como si ahora no la hubiera. La diputada es Marta Rosique, de ERC, la más joven del Congreso, nacida en 1996. Vamos, con la edad de una alumna de posgrado universitario. Creo que incluso sigue siendo estudiante todavía.

La cuestión que el artículo 45.2.g quiere enmendar viene del momento álgido del ‘procés’, cuando las principales universidades catalanas sacaron un manifiesto adhiriéndose al tema y lo hicieron llegar ostentosamente, en forma de apoyo, a los partidos independentistas. Lo enarbolaron las mayorías claustrales catalanas, afectas todas ellas al independentismo. Si en el País Vasco se diera un proceso parecido ocurriría exactamente lo mismo, dada la mayoría aplastante de izquierdas y nacionalistas en todos sus campus universitarios.

Pero yo sigo pensando que es más una cuestión de edad que de fundamento ideológico lo que aquí se dirime. O, dicho de otro modo, que es la juventud la que nos sostiene cuando pensamos de un modo y la senectud cuando pensamos de otro. Y quién lo diría, en una sociedad como la nuestra, donde los mayores son cada vez más mayoría, valga la redundancia. Sí, pero esa mayoría, ay, está ya inactiva profesionalmente y prefiere dedicarse a cosas más placenteras, más íntimas, menos expuestas.

No puede ser de otro modo que por la edad, por la juventud, por la inmadurez si se quiere, por la exultante sensación de tener toda la vida por delante, se adopten modos de pensar que de otro modo no tendríamos. Ya está dicho por muchos que el nacionalismo es una ideología de tipo adolescente, en el sentido de que, si ves todos los pros y todos los contras de un planteamiento así, te das cuenta de la cantidad de presupuestos imposibles con los que cuentan quienes lo sostienen para formularlo. Son más la intuición, la pasión, los sentimientos los que lo guían que la razón, el conocimiento, la ponderación.

El caso que mejor conozco, el de Sabino Arana, es paradigmático en ese sentido. Formuló su ideología desde el sentimiento, desde la pasión. Apenas hay citas de otros autores en sus formulaciones. No las necesitaba. Y a los que cita es para fustigarlos porque no responden a lo que él esperaba de ellos.

El nacionalismo es una ideología adolescente o juvenil y los que la sostienen, a pesar de llegar a la edad de la jubilación, en el fondo es que se han quedado detenidos en un tiempo en el que todo era posible. Fue bonito, sí, mientras duró. Pero la realidad del paso del tiempo también te concede la aparición gozosa del sentido común, aquel que te dice lo que puede ser y lo que no de un modo más razonable, más abarcador, con mayor perspectiva de tiempo y de espacio.

Es el nacionalismo, asociado con la izquierda, el que quiere que las universidades puedan posicionarse públicamente a su favor, a sabiendas de que los claustros catalanes y vascos son mayoritariamente de esas ideologías. Y es el factor edad el que juega aquí su gran baza. Y se me dirá: es que hay mucha gente mayor que también piensa así. Pero no confundamos: la edad tiene una base biológica, cierto, pero también puede ser que te quedes en la adolescencia para siempre y nunca acabes de resignarte a que el tiempo pasa. Así es que luego ocurre que por el medio has tenido hijos y son ellos los que te hacen ver que ya eres mayor. Y no hay cosa peor que ponerte a discutir con ellos como si siguieras siendo joven. Hay cosas que no pueden ser y además no son.