Ignacio Camacho-ABC
- El Gobierno ha convertido el rescate de empresas ‘estratégicas’ en un turbio mercado de tráfico de influencias
«Pensar que uno solo es dueño de puerta de muchas llaves» (Góngora)
El adjetivo ‘estratégico’ se ha convertido en la llave maestra capaz de abrir el cofre del Tesoro para rescatar empresas en quiebra. Sólo es menester encontrar los intermediarios adecuados, las consultorías especializadas en llamar a las puertas de los despachos donde se deciden las prebendas. Escrito en un informe gubernamental, el nuevo abracadabra semántico del Gobierno adquiere la propiedad mágica de franquear a cualquier sociedad insolvente el acceso a los millones de la prometida ayuda europea. El carácter discrecional del decreto 25/2020, emitido al amparo de la pandemia para apoyar a compañías en problemas, convierte el salvamento industrial en un mercado de influencias. Y quien sepa dónde y cómo ejercerlas puede obtener, por ejemplo, la declaración de interés nacional para una línea aérea saturada de pérdidas con la mitad de sus accionistas vinculados al régimen de Venezuela.
La nueva ‘operación Plus Ultra’ -53 millones a fondo perdido para una línea sin apenas operaciones, en el puesto 166 de España por tráfico y con un solo avión en activo- revela lo que puede pasar con el reparto del maná de la UE bajo el control único del Ejecutivo. Lo del control es puro eufemismo: no existe el más mínimo procedimiento interventor ni otro criterio de adjudicación que el político. En teoría, decidirá el Consejo de Ministros; en la práctica, el Gabinete de Presidencia, Redondo y su círculo. Ya hay, de hecho, mucha gente haciendo cola en los pasillos del poder a ver si le cae algún premio en la lotería del clientelismo. Eso sí, por algún raro capricho del destino están excluidos del primer sorteo, el de los rescates del SEPI, los sectores hostelero y turístico, justo los más golpeados por los estragos del virus. No son estratégicos ni al parecer relevantes en el tejido productivo.
Rescatar cajas, es decir, a sus clientes y depositarios, era ‘capitalismo de amiguetes’. Anatema: la derecha en auxilio de la oligarquía financiera. Dejarlas caer hubiese arruinado a millones de ciudadanos, y en todo caso algunos responsables de aquel descalabro duermen hoy en hoteles con rejas por cuenta del Estado. El socialpopulismo felizmente gobernante, en cambio, está libre de sospecha para hacer regalos a sus allegados y disfruta recibiendo la interesada coba de los empresarios. Tras los camaradas de Delcy, la del equipaje pesado introducido en España por cortesía de Ábalos, el próximo que espera turno es un conocido magnate mediático en cuya casa cocinaron Iglesias y Junqueras los platos que el separatismo catalán sirvió en urnas de plástico. Es sólo el principio porque el dinero de Bruselas todavía no ha llegado, pero las cuentas en el banco de los favores nunca se quedan sin saldo.