La asunción del nacionalismo como ideología legitimadora de la izquierda en vez de la lucha de clases y el internacionalismo viene del comunismo estalinista, del PSUC de la Guerra Civil que usó al nacionalismo como herramienta para la conquista del poder y del PSUC de Vázquez Montalbán, Candel y compañía, publicistas del pujolismo-leninismo. El PSC era una versión señoritil del PSUC –los Raventós, Serra, Obiols– al que Felipe entregó la Federación Catalana del PSOE y el voto inmigrante. Esa es la clave de su degeneración, artillada por PRISA, que hizo el trabajo sucio contra los que se oponían a la inmersión lingüística y criticaban la corrupción de los Pujol y compañía. La compañía pretoriana era el PSC.
No es casualidad que Zapatoma-el-dinero-y-corre compita hoy en servilismo chavista con los mercenarios de Podemos; ni que perpetrara con el islamista Erdogan la Alianza de Civilizaciones frente a la Alianza Atlántica, como llamaba Felipe a la OTAN; ni que proclamara en Zaragoza que «aceptaría cualquier Estatuto de Autonomía del Parlamento Catalán», aboliendo la soberanía del pueblo español, base del régimen constitucional desde 1812: ni que renegara de la Transición (como ETA y Podemos) con la guerracivilista Ley de Memoria Histórica, amén del cordón sanitario anti-PP y del boca-a-boca- de Eguiguren a la ETA. Ahora, el PSOE que, por orden de Felipe y Cebrián, se cargó a Redondo Terreros, compite en irrelevancia con el PP que decapitó a María San Gil. Pedronono, tan de ZP como Iglesias, afronta el dilema de uncirse a sus verdugos o luchar contra ellos echándolos de los ayuntamientos. Se rendirá.