Socialismo atenazado

KEPA AULESTIA, EL CORREO 09/11/13

Kepa Aulestia
Kepa Aulestia

· El PSOE se resiste a señalar sus responsabilidades en la crisis que atraviesa y elude reconocer los límites que el mundo actual opone a su proyecto.

La conferencia política que estos días celebra el PSOE se presenta como un cónclave sobre las ideas que tampoco podrá soslayar la cuestión de las personas. Es encomiable que los socialistas se hayan dado una pausa de reflexión lejos de las premuras de convocatorias electorales, que empujan a todos los partidos a concursar con ofertas de oportunidad. La ponencia coordinada por Ramón Jáuregui representa el documento más denso e innovador que haya redactado el PSOE quizá en toda su historia. Aunque es de temer que, con excepción de sus artífices, los asistentes a la conferencia tengan ya su cabeza en otro sitio. Las novedades que aporta el documento pueden volverse anecdóticas, y lo peor es que salga aprobado por asentimiento sin que nadie cuestione la idoneidad de las propuestas, su viabilidad política o económica.

Sería un síntoma elocuente de que el PSOE no está en condiciones de mantener su propia agenda. El método de aprobar un programa político de largo alcance para luego decidir quién deberá llevarlo a cabo no es problemático por el morbo que genera esto segundo, sino porque despoja a las personas que aspiren al liderazgo de una mínima identidad política, convirtiendo el subsiguiente debate en el interminable eco de palabras ya vaciadas por su uso: renovación y cambio.

El PSOE vive en la contradicción a la hora de afrontar los problemas que le aquejan como opción política. Le incomoda reconocer las causas externas que comprometen el proyecto socialista, como si la globalización pudiera eludirse mediante la búsqueda de nuevas fuentes de riqueza a repartir mejor. Por otra parte, tiene serias dificultades para admitir e identificar las causas internas de la crisis que atraviesa sin deshilacharse en disputas domésticas. La constatación de que dos años después de la debacle sufrida en las últimas generales los socialistas siguen sin beneficiarse –en intención electoral– de la contrariedad social provocada por los recortes y reformas del Gobierno Rajoy atenaza a un partido, millonario en votos, que se enfrenta a disyuntivas sin solución.

La ponencia que se discute en la conferencia socialista no ha rehuido la necesidad básica de acompañar sus propuestas de desarrollo del Estado de bienestar con alternativas para asegurar la suficiencia recaudatoria. La idea misma de eximir de obligaciones fiscales a las rentas más bajas asoma como una réplica de justicia al argumento de que lo mejor es bajar impuestos para que ese dinero fluya entre las familias y las empresas. Pero el gran asunto que la ponencia evita –o si acaso afronta con voluntarismo– es el de la incertidumbre económica inherente a la globalización, especialmente cuando se parte de un suelo tan bajo. Si como ha señalado el secretario de organización socialista, Óscar López, la conferencia fijará un programa político para los próximos diez años, dicho programa puede acabar invalidado porque ése sea el tiempo de recuperación que necesite la economía.

La idea de elevar de rango constitucional derechos y prestaciones sociales constituye un recurso ideológico legítimo y hasta atractivo. Pero el problema de la sostenibilidad del Estado del bienestar no es una mera patraña del PP. Cada vez que la ponencia establece un juego de espejos con la derecha, más aleja al PSOE de sus responsabilidades como alternativa. Cada vez que Wert, Fernández-Lasquetty, Cospedal o Fabra aparecen encarnando los desafíos del socialismo, más riesgos corre éste de perder el norte.

Pasemos a la otra vertiente de la contradicción en la que se mueve el PSOE. Los socialistas no parecen conscientes del problema inmediato que el anuncio sin fecha de las primarias está suponiendo para su credibilidad, toda vez que su desarrollo se halla sujeto a un juego especulativo en el que Rubalcaba y los eventuales candidatos exploran posibilidades, maquinan calendarios favorables, y esperan a que ‘los compañeros’ les insten a dar un paso adelante. La escena no dista tanto de convertirse en mera subasta, encomendada en gran medida a la fortuna de que los astros del momento señalado favorezcan a tal y perjudiquen a tal otra. El disuasorio mensaje de que todavía no toca hablar del tema da ventaja al último en postularse, convirtiendo el halago de la prudencia en estímulo para la cobardía y la calculadora inanidad. No es fácil saber qué puede esperar el socialismo de ese mandato, pretendidamente versallesco, que conmina a retratarse de perfil incluso a quienes dicen dar la cara. Es cierto que las primarias pueden ser la mejor rampa para el relanzamiento del proyecto socialista. Pero la especulativa gestión de su convocatoria y el que ninguno de los candidatos posibles está dispuesto a arriesgarse –si no es a cambio de un triunfo seguro– ponen en evidencia que los dirigentes socialistas se mueven más por la política que por el compromiso.

El socialismo no puede sortear fácilmente el tiempo que ahora le toca vivir. La sociedad demanda participación y exige eficacia. Las primarias –sea cual sea su alcance a la hora de nominar al candidato a la Presidencia del Gobierno o al elegir a quien ocupe la secretaría general del partido– chocan con la inercia ‘aparatera’ de una formación habituada a reacomodarse a aquello que dicte la mayoría sugestionada desde lo más alto de la pirámide del poder. Aunque la sabiduría de la militancia y de quienes se inscriban en el censo de las primarias opte por la solvencia más que por el glamour, el experimento podría conducir a la decepción en cuanto a sus resultados. Además es posible que el PSOE, el de las agrupaciones entre resabiadas y escépticas, no esté preparado para dar el salto. Como es posible que la novedad tampoco conmueva a los electores.

KEPA AULESTIA, EL CORREO 09/11/13