ABC-JESÚS BANEGAS, PRESIDENTE DEL FORO DE LA SOCIEDAD CIVIL

«Estamos asistiendo a la desvertebración del Estado de Derecho que sustenta la democracia liberal»

LA más genuina conquista del sistema democrático liberal es su concepción de la ciudadanía: todos los ciudadanos de una nación son libres e iguales ante la ley, con independencia de su sexo, el color de su piel, o cualquier otra circunstancia de su personalidad. Y la consecuencia más sobresaliente de esta concepción democrática del ciudadano es la igualdad de oportunidades, sobre todo ante la ley, para desarrollar su vida. Ello implica que en un orden democrático liberal, todos los ciudadanos tienen los mismos derechos tanto legales como a las prestaciones que emanen del Estado.

Mientras el modelo liberal implica igualar a todos los ciudadanos en la línea de salida, el antiguo socialismo pretendía imponer la igualdad en la línea de llegada; es decir, que con independencia de las capacidades, méritos y gustos de las personas todo el mundo viviese igual. Alcanzados muchos de los objetivos del antiguo socialismo a través del Estado de bienestar, el «nuevo socialismo» se propone entronizar una sociedad de la diferencia basada en las afinidades selectivas.

Para Friedrich Hayek: «La igualdad de los preceptos legales generales y de las normas de conducta social es la única clase de igualdad que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir la propia libertad»; y para Kant, «la misión del Estado es proteger las libertades ciudadanas y jamás igualar las condiciones materiales de los ciudadanos». Como muy bien ha denunciado Mark Lilla en «El regreso liberal». «Más allá de la política de identidad» (2018), frente al clásico concepto de ciudadanía , se ha puesto de moda –desde el populismo izquierdista y nacionalista– «la retórica de la diferencia» que pone el énfasis en identidades cada vez mas rebuscadas frente al «todos somos libres e iguales ante la ley». La política seriamente democrática se está sustituyendo por el «modelo Facebook de meras afinidades selectivas».

Las nuevas ideas sobre derechos humanos conllevan que unos grupos tengan derechos que se les niegan a otros grupos. El nuevo socialismo, con la ayuda de los nacionalistas, es mas refractario si cabe que el anterior a la democracia liberal, que pretende subvertir radicalmente: frente a la igualdad ante la ley y a recibir cualquier servicio que pueda prestar el Estado, proliferan cada vez más desigualdades que favorecen a unos grupos sociales mientras perjudican a otros:

—Los nuevos «reinos de taifas» en que han devenido las comunidades autónomas son una fuente inagotable de desigualdades ciudadanas.

—La regulación del uso de las lenguas se ha convertido en un absurdo, inaudito, y sin embargo, cada vez más extendido mecanismo de segregación lingüística y por tanto de desigualdad ciudadana.

—Las legislaciones «de género», genuinamente discriminatorias, cuestionan la igualdad ante la ley: una enorme conquista ahora subvertida.

—La educación pública forzosamente inclusiva al querer igualar por abajo –la única posible– los resultados educativos, termina consiguiendo mediocridad, lo que genera desigualdad en la vida real.

—Las subvenciones públicas, típicamente arbitradas con criterios políticos partidistas, son un perfecto dispositivo de discriminación y desigualdad. —Los convenios colectivos sectoriales benefician el

statu quo de las empresas instaladas y sus trabajadores a cambio de perjudicar las nuevas empresas y la creación de empleo. Los viejos tejidos productivos sobreviven a costa de impedir el florecimiento de los nuevos.

—El salario mínimo que expulsa del mercado de trabajo a quienes tienen menos capacidades profesionales, es otra fórmula que genera desigualdad al negar la posibilidad de trabajar a quienes más lo necesitan.

—La regulación intervencionista de los alquileres de viviendas restringe su oferta y aumenta el precio para perjuicio de quienes menos posibilidades económicas tienen, acentuando así la desigualdad ciudadana.

—La preponderancia de la imposición fiscal directa –sobre la renta– frente a la indirecta –sobre el consumo– siendo pretendidamente progresista es socialmente

más injusta y además recauda menos, lo que perjudica a los más dependientes del Estado.

—El endeudamiento público para pagar los gastos excesivos de hoy y que deberán sufragar las nuevas generaciones, implica una flagrante injusticia distributiva intergeneracional que conllevará a la bancarrota de la próxima generación: «Bank Rupting the Next Generation» (D. Ammann y M. Krobath, 2014)

—La acción colectiva de grupos de interés –que descubriera Mancur Olson en «The Logic of Collective Action» (1965)– persigue y consigue a través del sistema democrático beneficios para sus miembros a costa de la inmensa mayoría de la sociedad; de este modo la expansión socialista del Estado termina generando cada vez más desigualdad.

Estamos asistiendo a la desvertebración del Estado de Derecho que sustenta la democracia liberal junto con la pérdida de los valores morales que han amalgamado con éxito a las sociedades occidentales; y como ya investigara Mancur Olson en «Auge y decadencia de las naciones» (1982), ambos hechos están relacionados con el buen o el mal uso de la democracia.