ABC 30/10/13
DAVID GISTAU
La secretaria general del PP, señora de Cospedal, envió a la concentración de la AVT a tres dobles para las escenas de acción, Arenas, Floriano y González Pons, que cumplieron con dignidad el encargo de absorber insultos como cabritillas atadas a un poste para distraer el apetito de la fiera. Cospedal –y en esto parece un periodista de opinión– no necesitó pasarse por Colón para pergeñar una crónica minuciosa de lo que allí ocurrió y de la catadura, así como de la cultura general, de las personas congregadas.
En el análisis del lunes, nos preguntábamos si no se daría la paradoja de que fuera el PP oficialista –en adelante, al mencionar al PP habrá que especificar, porque ya hay más agitación en los ismos que en los espermatozoides vistos con un microscopio– el que ahora recurriera a la estratagema de detectar con zoom banderas atávicas para, elevando la anécdota a categoría, como en D’Ors, desacreditar las manifestaciones convocadas por las asociaciones de víctimas. Cospedal respondió a la pregunta. En su rueda de prensa de Génova, que ya ha visto grandes éxitos como el del finiquito en diferido, relacionó a los votantes del PP que se sienten engañados e insultan por ello con «banderas preconstitucionales». Por lo que pueda pasar si se encona el enojo de las víctimas, recomiendo a Cospedal que consiga el número de teléfono de aquella empresa que utilizaba el diario «El País» en la cobertura de las grandes manifestaciones contra Zapatero para demostrar que en un metro cuadrado no cabe más que un señor con paraguas, y rebosando.
Nunca me atrevería a afirmar, pese a los indicios, que el PP ha asumido como propios el «proceso» y los hechos consumados recibidos de Zapatero. Creo que es injusto y prematuro, a pesar de todo, darlo por seguro. Pero sí me parece impresionante que, después de sólo un empellón en la calle, el PP repita las técnicas de difamación con las que Zapatero se propuso aplastar a un colectivo cargado de razón moral. Se trataba de hacer pasar a las víctimas por un catalizador de la extrema derecha, con esas «banderas preconstitucionales» que fueron lo único que vio Cospedal, igual que el personaje de «Fort Apache» cuando los jinetes se difuminaban en la polvareda: «Sólo veo las banderas». En el caso del PP de Génova, la maledicencia es aún más cínica. Porque esa horda preconstitucional cuyo retrato comienza a esbozar es precisamente la que ese partido utilizó para desgastar a Zapatero durante las manifestaciones masivas. En aquella época, una bandera inconveniente hallada entre la muchedumbre no habría impedido a Cospedal sumarse a la opinión de que insultos iguales a los expresados el domingo, así como unos idénticos reproches de traición, pero dirigidos al rival político, caracterizaban a unos campeones de la dignidad abandonados por un gobierno inmoral. Y mira ahora: Cospedal podría apropiarse de todos los editoriales de progreso publicados entonces, incluyendo los que advertían de que vienen los fachas.
Sirva esto a las asociaciones de víctimas para comprender a qué se exponen. Pedraza, sometida a una presión que comenzó con su entrevista en Moncloa y duró hasta cinco minutos antes de subir al escenario de Colón, moduló su discurso a favor del PP oficialista. Pero que no se convierta en un problema político, que no se vuelva díscola. Si repasa las técnicas de desprestigio de la época de Zapatero, podrá hacerse una idea de lo que la espera. Banderas preconstitucionales, sí. Y gente demasiado emocional para ser tenida en cuenta. Y confusión entre venganza y justicia. Y…