SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 04/11/13
· No se puede ser más certero que el economista del FMI Nicolas Véron: «De pronto, en España, estamos escuchando que se debaten cosas que pasaron en el siglo XVIII. ¡Parece Oriente Medio!». El mercado no acaba de creerse la independencia de Cataluña, pero bastaría con que Mas fijara la fecha del referéndum para que se lo empezaran a tomar en serio y las consecuencias serían negativas, no sólo para Cataluña. He aquí una razón incontestable para que un eventual referéndum sobre la independencia catalana sea una cuestión que debamos decidir todos los españoles.
Ramón Jáuregui, que debía de estar de guardia el fin de semana, ha vuelto a rescatar uno de los hallazgos conceptuales más notables de Zapatero, al mostrar la buena disposición de los socialistas a discutir la denominación de las comunidades autónomas y lamentar «que se haga una montaña del término nación», el concepto discutido y discutible del genio de León. «¿Sabe alguien la diferencia entre nación y nacionalidad?». Si tiene dudas podría planteárselas a Corcuera, que en días como éstos parece el único militante constitucionalista del PSOE.
Ya hablamos de esto cuando el Plan Ibarretxe: las nacionalidades, hallazgo de los austromarxistas Karl Renner y Otto Bauer.Las nacionalidades se tituló la obra más importante de Pi i Margall, pero este autor no debía de ser muy importante como inspirador para un socialista. Llegó a la Presidencia de la República el 11 de junio de 1873 y la dejó el 18 de julio del mismo año. Un mes y siete días. ¿Qué es eso en un currículum frente a los 13 años largos de Felipe González o los siete años y ocho meses de Zapatero? ¿Qué les podría explicar aquel hombre a nuestros dos estadistas?
En realidad, la aportación fue reivindicada por Jordi Pujol durante el debate sobre el artículo 2 de la Constitución española: fue la minoría catalana «la que introdujo en su día ese término y luego lo ha defendido, ha hecho de él un punto esencial, absolutamente básico en su política en materia constitucional y, en general, en su política consensual» (Diario de Sesiones, 4/7/78 Pág. 3.809). Y ahora viene Jáuregui a decir que no vamos a hacer una montaña de una palabra, aunque sea Everest. Una solución del XIX para un asunto del XVIII. No es de extrañar que en el diario del Grande le publiquen los artículos en portada, como si fuera un editorial de la docena.
Jáuregui también aporta una solución luminosa al choque del Estatut con la Constitución: cambiar la Constitución. Digo luminosa porque él repite un par de veces la idea de hacer luz, mientras baja las persianas y corre las cortinas. Cree que los socialistas tienen la solución, cuando fueron ellos quienes crearon el problema: hasta que Maragall no lo propuso, CiU jamás había pensado (23 años de Gobierno) la necesidad de un Estatut.
SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 04/11/13