Juan Carlos Viloria-EL CORREO

  • El mayor aprecio a la monarquía es un fracaso para la ofensiva republicanista

Apunto de cumplirse 43 años de vigencia de la Carta Magna que consagró la monarquía parlamentaria como el sistema político que canaliza la democracia y las libertades en España, la Corona goza de buena salud. En la última encuesta conocida que se puede interpretar como una evaluación del primer ciclo institucional, Felipe VI ha obtenido una alta puntuación entre los ciudadanos españoles. Ciudadanos, no súbditos, como acostumbran a caricaturizar los independentistas republicanos, abertzales irredentos y antisistemas hostiles. Teniendo en cuenta que Felipe VI accedió a la jefatura del Estado tras la abdicación de don Juan Carlos en los peores momentos de su imagen pública, el hecho de que al cabo de siete años el aprecio a la monarquía sea de casi 20 puntos más que a la república es un éxito personal del sucesor. Y un fracaso para la ofensiva republicanista articulada por los secesionistas en Cataluña con la complicidad de Podemos desde dentro y fuera del Gobierno.

El 61,3% tiene en alta estima el respeto del jefe del Estado a la neutralidad política de la institución; el 56,7% valora su función determinante en la estabilidad política española. Su papel en la cohesión y la unidad nacional, en la modernización de la Corona y en la promoción de la imagen exterior de España obtiene el respaldo de una amplia mayoría de los encuestados demostrando la fortaleza y enraizamiento de la Familia Real en la arquitectura política española.

Sin embargo, los apuntes demoscópicos también reflejan algún dato inquietante, como que en el tramo de edad entre los 18 y los 29 años el porcentaje se invierte y el 58,3% se muestra favorable a la república como modelo de Estado frente al 36,9% en contra. Es decir, los más jóvenes y quienes por razones biológicas marcarán el futuro del país dan síntomas, no tanto de apostar por una república cuya imagen o es un folio en blanco o retrotrae a los peores años del siglo XX, como de haber comprado el discurso antimonárquico.

Tampoco es de extrañar cuando populistas y secesionistas con una propaganda de todo a cien han asociado la Corona con la corrupción y el despilfarro. O gestos como los de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que haciendo el juego al republicanismo hostil de la burguesía secesionista catalana ha colaborado a crear un clima enrarecido en las instituciones de Cataluña. Desde el propio Gobierno de coalición, ministras de Podemos o destacados dirigentes como Echenique se dedican a tejer una especie de leyenda negra contra la Familia Real parecida a la que hace siglos se inventaron los ingleses para debilitar a España en el plano internacional.