Spain is different, pero…

EL MUNDO 10/11/16
TEODORO LEÓN GROSS

Vaya paradoja: España convertida en ejemplo de país prudente, con los demonios del populismo acotados en un porcentaje soportable. ¡Quién nos ha visto y quién nos ve! Dada la inercia antisistema en las democracias liberales, parece un hito que Rajoy ocupe la Presidencia sin boicot socialdemócrata, mientras se mira a Francia, donde Le Pen confía prolongar la ola antiestablishment tras el semestre delirante de Brexit a Trump celebrado por los Farage o Wilders –dime a quién entusiasmas y te diré qué eres– como éxito del nacionalismo xenófobo. De hecho, aquí hay más paro y desigualdad pero ha prevalecido la moderación, tal vez por la proximidad de fracasos históricos que nutren la conciencia del progreso aportado por eso que el populismo podemita descalifica como «régimen del 78».

Hasta ahí la lectura positiva de este Spain is different. Sin embargo, más allá de las luces, hay bastantes sombras.

La receta del éxito populista en la democracia postfactual no es sólo la mentira. Diez días antes de las elecciones, Chris Arnade titulaba en Quartz Las élites de Estados Unidos necesitan parar de burlarse de los seguidores de Trump y empezar por fin a escucharles, advirtiendo de que entre las costas de las castas había visto un inmenso país irritado, desencantado e incluso humillado, con sus economías rotas, olvidados en la agenda de los medios y de la política. Otra cosa es que la solución sea Trump, pero éste ha sabido conectar con ellos, apoyando su victoria en el nicho decadente de blancos sin estudios. Que eso lo haga un millonario de prime time que no paga impuestos demuestra hasta qué punto hay un sustrato volcánico. En España se ha vuelto a crecer como en 2007, pero el paro dobla el nivel de 2007, la renta media es inferior a 2007 y el gasto de los hogares, en tanto la tasa de riesgo de pobreza muy superior, etcétera. La respuesta no puede limitarse a ironizar sobre la clientela de Podemos. La negación de la crisis ha empeorado la crisis.

Más allá del caudal arrollador de memes y humoradas sobre el viaje de Sánchez a EEUU o el show viral del vocerío histriónico de Iceta, el Partido Socialista tendrá que ser, como siempre desde la Transición, un factor clave de estabilidad. Los datos del CIS detectan su moderación con 4,46 en una escala 1-10 mientras se percibe una polarización de Podemos (2,18) y PP (8,35); pero de momento no parece haber, entre pedrosanchistas y otros partidarios de un congreso rápido, determinación de rearmarse tras el cisma. Hay ganas de sangre. Hoy tienen a mano el efecto mal candidato, como Hillary, a pesar de su currículum colosal. Y en Ferraz andan muy cortos de banquillo meritocrático.

Entretanto, Podemos se sitúa como referencia de la oposición. Ayer, Iglesias prefería derivar a Trump al fascismo en lugar del populismo: «Hay un pueblo de EEUU que resistirá». ¿Pero no es pueblo lo que ha votado a Trump? ¿O distingue pueblo bueno y pueblo malo? Desde la izquierda, Podemos comparte la lógica populista de Trump, su teatralidad y tácticas retóricas. Y con eso aspira a la Alianza de Progreso –ah, el ilusionismo retórico– con socialistas y nacionalistas. No entender la amenaza del fenómeno Trump, adoptando una indulgencia perdonavidas, es el origen del éxito del fenómeno.