La palabra inglesa define los garitos en los que se hacía todo tipo de cosas ilegales en plena Ley Seca: beber alcohol, alternar con esas señoritas que fuman y llamaban de tú a los caballeros y perder hasta la cartera en ruletas amañadas o en mesas de Faraón. Lógicamente, dichos locales los controlaba la mafia y la policía cobraba bajo cuerda sobres abultados a cambio de mirar hacia otro lado. Para acceder a esos establecimientos, habitualmente situados en sótanos, trastiendas de comercios legales o en la parte trasera de restaurantes, debías llamar a una sólida puerta en la que una ventanilla se abría y unos ojos escrutadores, que generalmente pertenecían a un cuerpo como un armario ropero y automática debajo del sobaco, te pedían la contraseña. Como tú habías pagado una pasta por ella, la dabas y se te facilitaba la entrada. Recuerdo un gag de los Hermanos Marx con un pez espada que ironiza a la perfección ese delicado momento.
Pues bien, Sánchez ha convertido al comité de expertos, ese en el que fundamentan las decisiones acerca de la ‘desescalada’, en una versión moderna de un speakeasy. Nadie conoce qué carajo pasa dentro ni quién está. Si no sabes la contraseña te quedas fuera. Imagino a Simón escrutando quién llama y preguntándole la contraseña para decirle si puede o no penetrar en ese sancta sanctórum. Secreto ha de ser el asunto como para pasarse por el forro las leyes de transparencia, que el gobierno está incumpliendo con la misma displicencia con que Capone fabricaba alcohol ilegal o Dutch Schultz contrabandeaba camiones de melaza desde Canadá para elaborar coñac francés ful.
¿Se respeta la paridad y hay científicos y científicas por igual? ¿Llevan mascarillas o antifaces? Y el responsable de poner orden ¿será Ábalos?»
Como sea que me pica la curiosidad, me gustaría conocer las palabras que permiten que esa puerta se abra, el “ábrete, Sésamo” que da la posibilidad de ver las caras de quienes entienden que se pueda aplicar la fase uno en partes del territorio nacional que no cumplen los requisitos del propio Gobierno mientras que otros, que sí los cumplen, se ven postergados a seguir en la fase cero. También me gustaría saber cómo es el local por dentro. ¿Lo han decorado en plan Cotton Club o se han limitado a poner solo mesas, sillas y fotografías de Maduro? ¿Se respeta la paridad y hay científicos y científicas por igual? ¿Llevan mascarillas o antifaces? Y el responsable de poner orden ¿será Ábalos?
Como no parece que Su Augusta Persona, es decir, Sánchez, revele a corto plazo la identidad de los sabios y sin tener otra cosa qué hacer que no sea aplaudir a Simón, según quieren los que mandan, hacer papiroflexia mansamente en casita o perpetrar canciones ramplonas junto a varios pelanas, he especulado acerca de esa maldita contraseña. Conociendo al personal que maneja el tinglado podría ser “A este gobierno no lo para ni Dios”, “El virus es de derechas”, “Ayuso es el Joker, pásalo”, “Mira bonita” o quizá algo más directo como “Arderéis como en el treinta y seis”. Quién sabe. Tienen mucho tiempo libre y poca ocupación, porque trabajar, lo que se dice trabajar, trabajan poco. Que son los dueños del garito es indiscutible, y que cuando esto termine seguirán controlando el negocio está más que demostrado.
Para eso sirven las pretendidas medidas ejemplares. Los bienintencionados que creyeron acabar con el alcoholismo con la ley del senador Andrew Volstead tuvieron un amargo despertar. La gente bebió todavía mucho más, porque nada se desea tanto como lo prohibido, y, de resultas, el crimen organizado se consolidó como no habría hecho sin esa oportunidad de oro.
Uno piensa en aquella escena mítica de la película Los Intocables, de Brian de Palma, en la que antes de entrar en un local donde se almacena licor ilegal, el veterano policía interpretado por Sean Connery le dice a un primerizo Eliot Ness encarnado por Kevin Costner: “Si cruza esa puerta no habrá marcha atrás”. Y lo hacen, a golpe de hacha y al grito de “¡Agentes Federales, esto es una redada!”.
Nos haría falta un Ness y unos Intocables. Encuentro que empieza a haber demasiados speakeasys en la vida política española. Un momento. Igual la contraseña, visto lo ocurrido en los últimos días, es “Demos preferencia al interés público antes que al partidismo”. Es larga, pero cosas más raras se han visto.