Su bautismo

EL MUNDO 18/07/13
ARCADI ESPADA

Cualquier español sabe y comprende el trabajo hercúleo que acumula el joven juez Ruz, santo y seña del día de una Justicia desbordada por la realidad e incluso por el simulacro. A pesar de todo, y a riesgo de pasar por un hombre despiadado, me voy a permitir recordar una tarea pendiente. Hace ahora dos años el aún más joven juez tomó de buena mañana una decisión puramente impresionante que fue la de mandar la Guardia Civil a que rodeara la sede de la Sociedad General de Autores y detuviera a su máximo responsable, Teddy Bautista. De aquella mañana recuerdo el olor de dentellada que expelía «el pueblo» levantado en redes y el sistemático pisoteo de la presunción de inocencia (pura presunción en España) del acusado Bautista, ejercicio al que se prestaron, por cierto, no pocos de sus antiguos compañeros. Quién puede dudar que el joven juez tendría motivos para desplegar un aparato represivo que incluyó la prisión provisional de alguno de los imputados. Pero lo cierto es que dos años después esos motivos siguen sin conocerse. No solo. Dos años después lo que se conoce de las actuaciones deja en un peligroso ridículo democrático el fragor de aquella mañana y cubre de incertidumbre la naturaleza de los propios delitos supuestamente cometidos por la inmensa mayoría de los acusados, empezando, ¡y acabando!, por el acusado Bautista. Dos años después, y debido sin duda al exceso de trabajo, el joven juez sigue sin culminar una instrucción que confirme sus sospechas o, por el contrario, determine que eran falsas.
No puede decirse, sin embargo, que esos dos años suspendidos en el vacío de una acusación inarticulada, hayan sido inútiles. ¡Quia! Han destruido el final de la carrera de un hombre, su honor y lo han arrinconado en el apestado ángulo del sospechoso. Pero lo sustancial, en términos colectivos, es que han puesto a una institución clave de la cultura española al borde de la ruina. Hace dos años, por efecto directo de la alianza entre la acusación judicial y el vil ambiente populista, la Sociedad General de Autores decidió gobernarse al modo de la primavera de Sol. Como era de ley la experiencia quincemesina ha durado 15 meses. Y, lo más penoso: no se vislumbra su acabamiento.
Sospecho, mera presunción que yo sí tengo, que estos no eran los objetivos del joven juez, aquella mañana de su bautismo de fuego mediático. Pero dos años parece ya un tiempo más que suficiente para que empiece a demostrarlo.