HERMANN TERTSCH-ABC
TIEMBLA EL MANDARINATO SOCIALDEMÓCRATA
ESTÁN pasando cosas que no pasaban. Y que no se esperaban. Pasa precisamente lo que no gusta a quienes temen todo contratiempo para el progreso hacia el ideal socialdemócrata, la ciudad igualitaria. Es la «aldea global» que cantaba en un tuit esa joya de la viña política española que es la vicepresidenta Soraya. Por eso detesta las fronteras. Como a su jefe Mariano, al que también se ha oído esa majadería. Si les molestan las fronteras a los dos, les molestarán también las patrias y las naciones que necesitan dichas fronteras para existir. Mala cosa, cuando los dos juraron defender una patria, su unidad, su integridad territorial y su seguridad, es decir sus fronteras.
Pero da igual porque Mariano y Soraya son perfectos profesionales de la política socialdemócrata europea. Esta lleva siete décadas convencida de que los comunistas estaban equivocados y además eran unos asesinos, todo ello cierto, pero ellos en cambio sí tienen razón y llegarán al mismo fin de la sociedad feliz en su supremo estado final de la historia. Aunque Soraya y Mariano hayan filosofado poco. Los socialdemócratas están convencidos de haber entrado en la definitiva vía de bondad para la organización de la vida de los humanos. Al final de la cual los humanos habrán alcanzado el grado de desarrollo para tener todos los mismos deseos y las mismas necesidades en lo que presuponen la felicidad. Como buenos animalejos inteligentes y prácticos. ¿Eso no era el comunismo? En efecto. Pero en su senda socialdemócrata demuestra ser mucho más viable y asumible. Sin grandes carnicerías. Sin tumultos ni revoluciones. Es un sencillo discurrir con el avance de las técnicas del disciplinamiento social más o menos amable y la voluntad de cumplir con el determinismo histórico asumido.
Pero, y aquí están las malas noticias para toda la legión de mandarines socialdemócratas, su poder no se expande. Se multiplican los contratiempos para la socialdemocracia que gobierna con mil collares por Europa y el mundo. Los británicos se hartaron del disciplinamiento que dicta la UE sin consultar a los afectados, Donald Trump dijo lo que daba miedo decir a tantos y derrotó a la socialdemócrata más mentirosa, apoyada en todo el mundo. Los colombianos resistieron a la trampa común del terrorismo comunista con la farsa socialdemócrata. En Hungría, el pueblo ha desafiado a toda la maquinaria mediática socialdemócrata de derechas y de izquierdas. Y en toda Europa han surgido fuerzas que cuestionan tanto a la socialdemocracia como al comunismo. Que demandan su derecho a organizarse sin los dogmas de la hegemonía cultural izquierdista y con la revitalización de derechos y valores aplastados por la socialdemocracia. Con la nación, las fronteras, con la libertad del individuo, con la defensa de la familia, con la espiritualidad, la seguridad, con la trascendencia, con lo que cada uno, cada ser humano, quiera. Y el gran ídolo del establishment mundialista, Emmannuel Macron, les dice a los obispos franceses que necesita a los católicos para revitalizar la sociedad. La identidad del ser humano vuelve a ser la clave. Se entiende el pánico de muchos.