Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Hay zonas del individuo a las que una legislación ni puede llegar ni debe

El diccionario de la RAE define el verbo ‘subrogar’ como «sustituir o poner a alguien o algo en lugar de otra persona o cosa». Y a uno le parece que en el caso particular de la gestación subrogada a la que ha recurrido Ana Obregón en Estados Unidos, y que algunos han convertido en la gran cuestión del debate nacional, se está poniendo una cosa en el lugar de otra; o sea, los años y el dinero que, en efecto, parece que no le faltan a la conocida actriz, en el lugar de la gresca política, el bochinche de las redes sociales, los derechos civiles, la desigualdad de clases, la ética, el feminismo y toda la pesca.

A quienes ponen el acento en la edad que tiene Ana Obregón y juzgan ‘contra natura’ su instinto maternal, habría que preguntarles por qué no condenan la paternidad ‘natural’ que inauguran los septuagenarios ricos que se casan con treintañeras. ¿Qué dicen de Mick Jagger, que tuvo su octavo hijo cuando ya era bisabuelo? ¿Se trata de un caso ajeno a las diferencias que propicia el capitalismo? Para mí, tiene que ver tanto con la edad y con el dinero como el caso de la actriz española.

Lo que pasa es que no se puede legislar sobre todo. La izquierda padece esa ficción: que todo es legislable y que se puede llevar la linterna del Derecho a todos los rincones de nuestra vida. Pero eso no es así. Hay zonas del individuo y de sus relaciones con los otros a las que una legislación, por ideal que sea, ni puede llegar ni debe.

Por otra parte, no tiene mucho sentido que quienes dicen que la mujer tiene derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo para abortar renieguen de ese principio cuando se trata de reproducir. ¿Que en tal proceso interviene el dinero, marcando las distancias entre quien lo tiene y no lo tiene? De acuerdo, pero eso ha pasado siempre y pasa en muchos aspectos de la vida en los que las leyes nada pueden hacer.

La izquierda, que compra doctorados como la derecha compra másteres, ha descubierto ahora que «poderoso caballero es Don Dinero», pero eso ya lo sabían los marxistas de la Transición y aquel Paco Ibáñez que cantaba los versos de Quevedo. Hay quien se preocupa mucho por la suerte de esa pobre niña, que tendrá una madre octogenaria cuando sea adolescente. Y uno, la verdad, piensa que en este país hay muchos niños por los que preocuparse, que tienen padres treintañeros, pero en el paro. ¿Que no va a encontrar en Ana Obregón las ventajas que le aportaría una mamá joven? ¿No quedamos en que el dinero lo puede todo? Pues eso.