ABC-IGNACIO CAMACHO
La reagrupación del centroderecha sólo llegará, aunque tarde, desde abajo. La harán los votantes a fuerza de fracasos
ESPAÑA Suma, el proyecto de coalición electoral del centro-derecha que propone el PP, es una idea sensata y útil con un defecto importante: que por el momento resulta inviable. No sólo porque no esté madura sino porque una porción significativa de ese espectro politico-ideológico no parece dispuesta a integrarse en una alianza que contradice sus líneas estratégicas actuales. La prioridad esencial de Ciudadanos consiste en superar a los populares y no va a renunciar a esa aspiración mientras la considere a su alcance. En el mismo PP tampoco existe un consenso unánime, y es difícil que Vox renuncie tan pronto a medir en solitario sus propias posibilidades. El recorrido de la operación, pues, se ciñe apenas a la eventual incorporación, como en Navarra, de algunas pequeñas fuerzas regionales, y eso en el supuesto, aún por contrastar, de que la repetición electoral vaya a celebrarse. Objetivamente se trata de una propuesta interesante: la agregación de conservadores, centristas y liberales podría alcanzar una masa crítica cercana a la mayoría necesaria para desalojar a Pedro Sánchez. Pero requiere un período de sazón, algunos ensayos parciales y un liderazgo claro que todavía a Casado no le reconoce casi nadie. Quizá se necesite una legislatura de rodaje… u otra derrota que convenza a los votantes de que una derecha fragmentada no va a llegar a ninguna parte.
En realidad, a los tres partidos se les nota –acaso al Popular algo menos– que en el fondo desean que la izquierda acabe por formar Gobierno. Rivera está ansioso de sacudirse la presión para que impida el acceso al poder de Podemos, y Abascal espera que el mandato frentepopulista le dé oportunidades de lucimiento. A Casado también le convendría un cierto margen de consolidación, para la que hasta ahora no ha tenido tiempo. En ese sentido, el de España Suma es un movimiento que le permite dar la imagen de encabezar un sector política aunque no socialmente disperso; el mensaje subliminal es que el PP sigue siendo el motor –el núcleo irradiador, que diría Errejón– de ese segmento mientras dure la travesía del desierto. Se trata de mantener la iniciativa, de dominar el relato o como se le diga a eso: de presentarse ante la opinión pública como primer referente interno del amplio bloque que abarca desde el conservadurismo radical al centro. Ganar, lo que se dice ganar, es otro proceso que tal vez hoy quede bastante lejos.
A lo más que podría llegar el invento, si hubiese comicios en otoño, sería a las candidaturas únicas para el Senado, que no estaría mal como primer paso. La convergencia completa, si alguna vez se produce, no va a venir desde arriba sino de abajo: la tendrán que hacer los electores por su cuenta, concentrando el sufragio en una decantación natural por convicción, por necesidad o por hartazgo. Y para eso antes se tendrán que cansar de recolectar fracasos.